Rosa Dos.

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Camino por la vereda secando mis lágrimas y llego hasta la florería, que está cerrando.

Intento pasar desapercibida, pero al parecer este chico tiene ojos en la espalda.

-¿Por qué será que siempre que vienes de esa casa, lo haces llorando?-Se me acerca y suelto una risa.-Sabes que eres demasiado bonita para llorar.-Susurra y lo miro directo a los ojos.

-Es mentira.-Digo rompiendo en llanto y el florista me abraza, primero me quedo congelada ante su reacción, pero luego correspondo.

Me hace falta un abrazo.

Oh diablos, que bien que abraza el maldito.

Su perfume invade mis fosas nasales y es como una droga para mí.

-Mira nena, se te corre el maquillaje.-Pasa las yemas de sus dedos por mis pómulos y suelto una risita.-No llores.-Vuelve a abrazarme y rompo en llanto.

¿Se han puesto a pensar que a veces cuando nos abrazan es para peor?

Lloramos mas.

Pero a la vez eso es bueno, así nos desahogamos.

Cuando el abrazo termina, limpio mis últimas lágrimas y sonrío.

-Toma.-Me da una hermosa rosa.

-¿Dónde consigues estas hermosas rosas?-Digo sintiendo su aroma.

-Eso no interesa.-Sonríe.-Lo que importa es lo que traen consigo.

-¿A que te refieres?-Frunzo el ceño.

-Cada una de las rosas tienen un significado, llevan magia con ellas.

-Vamos por ese jodido café.-Digo firme y el asiente con la cabeza.

-Así te podré hablar mas sobre esas hermosas flores.-Rodea mi cuello con uno de sus brazos.-¿No crees?

-Pero por supuesto.-Sonrío y rodeo su espalda con mi brazo.-Quiero saber todo sobre ellas.








Veintidós Rosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora