Veintidós Rosas.

Rosa Tres.

Camino hacia el super en busca de mis chocolates, y paso por la florería. 

Me detengo un instante a ver si Lucas está atendiendo, pero del contrario, no hay nadie.

Sigo mi camino y llego al supermercado.

Gasté mas de cien euros en chocolate, pero valdrá la pena.

Mi bolsa llena de chocolates está tentándome, así que saco uno y comienzo a abrir la envoltura, cuando me doy cuenta de que estoy pasando por la florería.

En el puesto, sentado contra el mismo, se encuentra Lucas.

Está con las piernas inclinadas y su cabeza hundida en ellas. Veo como su espalda sube y baja extrañamente e inmediatamente me acerco.

A su lado, un ramo de margaritas tirado y pisoteado.

-Lucas...-Llamo y el susodicho alza su mirada.

Sus ojos están rojos e hinchados.

Estaba acostumbrada a contemplar su perfecta sonrisa.

-¿Qué quieres?-Pregunta con la voz temblorosa.

-No llores...-Me pongo de cuclillas, para estar a su altura.

-Dijo que no funcionaria.-Dice con su cabeza agachada.-Todo iba bien hasta que le dije que era florista, le regale un ramo de flores y las tiro al suelo...luego las pisoteo y dijo que no había querido ilusionarme.

-Imbécil.-Murmuro mirándolo a los ojos.

Siento que me pierdo en su mirada.

-Y tu me plantaste.

-Vale, lo hice.-Aprieto mis labios.-Pero no intencionalmente...Anoche traía un pedo de la hostia y me quede dormida.

El suelta una pequeña y débil, pero sincera risa.

-¿Que traes ahí?-Dice señalando mi mano y la levanto.

-Es un chocolate.-Sonrío.-Toma.-Digo dándole la mitad.

-Tu si que sabes como consolar.-Saborea lentamente mi chocolate.

-Estoy acostumbrada a auto-consolarme, el chocolate es el psicólogo de los despechados, créeme.-Río.

-Tienes el corazón muy roto, Amparo.-Dice mirándome fijamente.-Ya va a llegar alguien a tu vida que te repare todas esas penas que llevas dentro.-Y del puesto de flores, saca una rosa.

La tomo con cariño mientras sonrío y la huelo.

Y mi lamparita interior se enciende.