DESPUES DE LA TORMENTA

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DESPUES DE LA TORMENTA

Una semana había pasado, esta había sido la más larga y tortuosa para Aioria sentía: tristeza, dolor, miedo y rabia.

Tras recibir los azotes, lo dejaron medio muerto, solo, en una celda, la más sucia y pestilente que había.

Lloraba en silencio, se abrazaba a sí mismo, temblaba sin control

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Lloraba en silencio, se abrazaba a sí mismo, temblaba sin control. La verdad ni el mismo sabía cómo había logrado sobrevivir a tal castigo, sin comida ni agua y en aquel lugar tan frio, oscuro y solitario.

Lo que más le dolía no eran las heridas en su cuerpo sino las del alma, sentía su alma desgarrada y destrozada en mil pedazos.

Lloraba por la muerte de su hermano, por decepción, pues sus amigos, quienes así se hacían llamar hace tan solo una semana atrás, no lo ayudaron y ni siquiera lo visitaron para preguntar por lo menos si estaba vivo.

Estaba solo y ese era el peor sentimiento que experimentaba por vez primera pues a pesar de no tener amigos siempre podía contar con su hermano, pero ahora no, ya no volvería a verlo y eso era lo que más le dolía y entristecía.

-hermano...por qué.....que fue lo que paso, Por qué no me dijiste nada...ni siquiera te despediste de mi....acaso no te importaba?.....acaso no me amabas como decías.....acaso me mentiste.-Aioria sostenía fuertemente un medallón, un regalo que su hermano le había dado.

-ya...ya no sé qué creer, no sé qué pensar...no sé qué hacer...si tan solo supiera la razón de tus actos..., tal vez ahora yo no...no estaría tan confundido.-Ahora se sentía perdido, no sabía que hacer pues sentía que ya no tenía motivación para nada.

-no puedo creer lo que ellos dicen de ti y no quiero ni siquiera oírlos hablar mal de ti. Siento tanta rabia e impotencia al no poder contradecirlos. -Aioria lloraba en silencio, hasta que escucho que la puerta de su celda se abría lentamente.

No quería levantar la vista, pues sabía que esa persona estaba presente, esa persona a la cual tras su encierro había maldecido una y otra vez sin importar quién era, esa persona a la que odiaba con toda su alma, esa persona era el Patriarca.

- ahí lo tiene señor, ni siquiera nosotros nos explicamos cómo es que sobrevivió, pero así es.-Saga miraba a Aioria detenidamente.

-¡levántate muchacho! acaso no piensas prestar tus respetos para con tu señor. Deberías de estar agradecido por haber decidido perdonar tu vida, vamos, arrodíllate frente a, el.-uno de los soldados lo pateo para que obedeciera, pero Aioria seguía en la misma posición, saga al ver esto se enfureció. Era obvio que el castigo no le quito lo testarudo ni lo desobediente.

-déjalo, Yo me encargo de él. Ustedes, ya pueden retomar sus labores correspondientes.- ordeno saga, los soldados se miraron entres si sorprendidos, asintieron y rápidamente salieron del lugar dejando a saga solo con Aioria, el cual sentía un temblor recorrerle el cuerpo, no quería estar cerca de ese hombre ni siquiera quería mirarlo así que solo se abrazó más asimismo deseando que se lo tragara la tierra.

-quien diría que un ser tan débil e insignificante como tu; soportaría semejante castigo, la verdad, yo esperaba encontrarte muerto.-saga rodeo a Aioria lo veía atentamente, miro su espalda, estaba totalmente desgarrada por los azotes, sus heridas apenas cicatrizaban, cuando saga intento tocarlo, aioria se apartó lo más que pudo de él, se refugió en una esquina, colocándose en pose fetal.

A TU LADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora