11:00pm

12 0 0
                                    


Media hora, solo ha pasado media hora y yo siento que ya es de madrugada. He estado intentando dormir pero resulta inútil, solo estoy envuelta entre sábanas dando vueltas por todo lo que la cama me permite.

Estoy harta, la espera me mata.

En un segundo de valentía y coraje, me paro de la cama y arrojo las sábanas a un lado. Camino con determinación a la puerta de la habitación y la abro de jalón.

Un pasillo iluminado con un foco de luz amarillenta y unas cuantas polillas alrededor es lo único que encuentro. Observo los extremos del pasillo como si esperara a que alguien o algo fuera a salir, pero nada ocurre. Camino hacia las escaleras de madera y empiezo a descender lentamente, escuchando el crujir de la madera bajo mis pies. Esta casa es verdaderamente vieja. ¿Cómo diablos di con ella? Eso no importa, ya estoy aquí.

En un intento de acabar con el aire tenebroso que hay en la estancia, comienzo a cantar.

Sabes que no estás sola,
Yo estoy aquí, esperándote...
Con los brazos abiertos,
Listos para envolverte y no soltarte jamás,
Nunca más te dejaré escapar,
Eres mía y por siempre conmigo estarás,
No trates de huir, no trates de negarlo,
Yo estoy aquí, viéndote de cerca,
Esperando una respuesta...
Sin ti, yo no me voy de aquí.

[canción creada por Mariana Maciel para la historia Cuando llaman a la puerta]

Me callo cuando ya he terminado de bajar las escaleras.

En la planta baja solo hay una sala amueblada cubierta por plástico para el polvo.
Empiezo a curiosear por el lugar.
No sé en realidad que busco, tal vez solo quiera entretenerme un rato fuera de mi alcoba, tal vez vine por un vaso de agua, no lo sé. Avanzo hasta la cocina, cuya luz es la única sin prender, y busco con la mano en la pared el switch para encenderla.

—¡Bingo! — digo al momento en que siento un bulto bajo mi mano. Lo aplasto y...
—¡Ah, que asco! — he matado una cucaracha con mis propias manos. Salgo a toda prisa de la cocina. —Solo era una cucaracha. Tranquila. — miro alrededor mientras pongo mis manos en mis rodillas y recupero el aliento. —Tremendo susto que me he dado yo solita.— digo al aire, mi único acompañante.

Comienzo a reír por lo tonta que fui. Mis risas penetran en cada rincón y la madera me devuelve el sonido, así que, cuando yo ya he terminado de reír, el eco de mi risa perdura. Ja, ja, ja, ja. Termina.

— Mejor regreso a la habitación, ahí me siento más segura. — narro lo que voy a hacer a continuación para romper el silencio. — Muy bien, subamos las escaleras. Uno, dos, tres, cuatro... — cuento los escalones conforme voy subiendo.

Cuando llaman a la puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora