10:27pm

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La casa está vacía. Ni una persona, ni un alma, ni un ruido. No hay nadie. Estoy sola.

Tengo miedo, lo admito. Nunca me he quedado sola y menos en la noche, en una casa que me es desconocida; en la vida había estado aquí.

El silencio me inquieta, pero cualquier ruido acelera mi corazón.

Una chica de veintiún años no debería estar asustada ante tal situación. Sólo son un par de horas. Llegará antes de que amanezca, me lo prometió. Y yo creo en esa promesa.

No corro peligro, porque ¿quién estaría en un rancho viejo y feo a altas horas de la noche? Nadie, o eso creo yo.

Todo está bien. Yo estoy bien.

Tal vez estaría más tranquila si hubiera radio, televisión o un tocadiscos, pero no hay nada, ni siquiera señal (solo en ciertos puntos de la casa) y por eso me veo asfixiada en un silencio estremecedor. Ni las cigarras ni los grillos cantan, los caballos están guardados y las vacas durmiendo.

Me encuentro inmóvil en la habitación de arriba con la luz prendida, aunque en realidad, toda la casa tiene la luz prendida, lo cual hace que me tranquilice.
Puedo entretenerme mirando el reloj, pero es ahora más que nunca que siento que no avanza. Los minutos se arrastran y la espera me da ansiedad.

Debería dormir, y puede que así se pase más rápido el tiempo. Pero nuevamente, la soledad no me permite cerrar los ojos. ¿Soy paranoica? Quizá.

¿Por qué tarda tanto? ¿Por qué accedí a adelantarme yo sola en carretera? ¿Quería probarme? No lo sé, pero si ese era el propósito, creo que fallé. Estoy volviéndome loca y no ha pasado más que una hora desde que llegué al rancho.

Es ahora cuando extraño la comodidad que trae consigo la rutina.

Tenía que ser tu idea, Argelia.

Yo sola me puse aquí. Yo sola. Yo sola en un casa vieja. Yo sola. En la noche. Sola.

Cuando llaman a la puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora