Capítulo 21: Sangriento.

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Victoria observaba los ojos del varón sin emitir contestación alguna

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Victoria observaba los ojos del varón sin emitir contestación alguna. Estaba claro que Caym estaba enfurecido y eso le desconcertó un poco. Solía ser demasiado tranquilo, incluso rodeado de tanta locura su serenidad era obvia. Sin embargo había estallado, y su lado sosegado pareciera esfumarse. Seguía respirando tan fuerte que inquietaba. Cuando la joven inspeccionó la sangre coagulada de su mano, se estremeció dando un fuerte exhalo.

—El amigo de Elliot me ha apuñalado con las tijeras que custodiaba —informó hastiado—. Escúchame con atención a lo que te voy a contar porque no lo repetiré dos veces: Cuando me ha clavado las tijeras, he presenciado los recuerdos pasados de Benister hasta los más recientes. Quiere decir que, en las tijeras, había indicios de sangre de ella y cuando saboreo sangre de otros puedo ver sus memorias internas. Con ello logro averiguar el pasado de la víctima.

La muchacha quedó fascinada ante tal información, pues que un demonio con aquella exquisita apariencia pudiera hacer tales cosas, le resultaba fascinante. Se maravillaba cual niña un veinticinco de diciembre. No lograba comprender la clase de poderes demoníacos que poseía Caym. Pero, quería saber más sobre ellos, sin duda era algo admirable.

—Ese chico —hizo una pausa tragando saliva con preocupación—... ¿Ha asesinado a Benister?

—Lo más sorprendente es que Benister está con vida en alguna parte del internado, Victoria. Pero está malherida, quizá no aguante mucho tiempo.

La muchacha palideció. ¿Qué motivos tenía ese joven para querer dañar a Benister? Si tan amigo era de Elliot, no supo por qué actuaba como si no supiera nada. O era muy bueno haciendo teatro o su propio amigo estaba mintiéndole. Ambos jóvenes, sin duda, eran oscuros y siniestros.

—Tú decides, mi querida Victoria: ¿Deseas salvar a Benister, o dejarla morir en manos de ese parásito? La decisión está en tus manos.

—Salvarla —respondió de inmediato—. No sé que tan mala y pecadora sea Benister, pero si tú todo este tiempo no me has insinuado matarla, es porque la chica es inocente.

Él le dedicó una sonrisa torcida.

—¡Bien visto! Te dije que lo descubrieras por ti misma. Buen trabajo, querida. Aunque eso no descarta que la chica sea insoportable.

—¿Cómo voy a salvarla? Está claro que no va a dejar que me entrometa.

—Bueno, usa tus atributos querida. Por muy loco que esté un hombre, no puede resistirse a los encantos de una mujer. Engáñalo, haz que hable.

Ella hizo una mueca de repugnancia. Jamás se había imaginado a sí misma seduciendo a un joven para conseguir información, dado que en sus dieciséis años nunca tuvo que engatusar a nadie.
A la joven no le hacia mucha gracia tener que atraer a un chico demente, pues quién sabe qué le haría si se encendía más de la cuenta. Su nerviosismo era presente y por unos segundos tembló. Cuando el demonio percibió su rostro palidecido, trató de tranquilizarla.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora