Capítulo 27: Roedor.

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La joven Victoria quiso embestir a Elliot tras confesar que él era el de los acertijos, pero Caym la sujetó del antebrazo impidiéndole cometer una tontería

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La joven Victoria quiso embestir a Elliot tras confesar que él era el de los acertijos, pero Caym la sujetó del antebrazo impidiéndole cometer una tontería. Elliot fingió un falso temor al ver a la joven con aquella exasperación que emanaba.

—Tranquila, Victoria. No recomiendo que las ovejas se crean más valientes que el lobo. Te pueden comer viva —comentó sonriendo con suficiencia.

Ella apretó su mandíbula con enojo, ya estaba lo suficiente molesta como para tener la presencia de Elliot delante de sus narices y no poder hacer nada. Que ese muchacho le gustase jugar por ahí a ser el chico misterioso sin historial le causaba una irritación insoportable. ¿Qué podía guardar con tanto esmero ese chico? ¿Era inocente o pecador?
Después de haber logrado interceptar lo que quería, Elliot salió del baño con aires de fanfarrón despidiéndose de ellos con una sonrisa arrogante.

Todavía no había entendido el propósito del muchacho escribiéndole aquellos ridículos acertijos. Ni siquiera se había explicado, pareciera que le gustaba que Victoria corriera en busca de él, tratando de hallar las respuestas que quería escuchar. Que una joven como ella no cayera en la manipulación ni en sus encantos era obvio que para él le resultaba todo un excitante juego. Sin embargo, por mucho que intentara manipularla con palabrería melosa, no caería en sus redes, pues si algo sabía hacer muy bien la muchacha, era no fiarse ni de su propia sombra. Siempre había cuestionado a las personas, desconfiando a la primera de cambio, aunque no podía negar el hecho de que Elliot estaba guardando algo gordo y debía descubrir el qué. Su blanco historial era todo un ejemplo en ello.

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Más tarde, Lucas Ashworth estaba sentado en el sillón de la psicóloga Jenkins con notable nerviosismo. La mujer había salido unos minutos, diciéndole que lo esperara, pero el joven no podía controlar sus impulsos en indagar los documentos de los demás alumnados. Estaba convencido que Elliot sabía los expedientes de sus compañeros, fanfarroneando de ello y burlándose.

«¿Cómo sabía el chico que murió por los cacahuetes el pasado de Melissa?», se cuestionaba para sí mismo. «¿Quién se lo había contado?»

Contra más pensaba que había sido Elliot quien difamaba a su antojo los expedientes que había atisbado, más ganas le daban de arremeter contra él y darle una paliza. Pero sabía que las cosas con violencia no se resolvían, por mucho que intentara controlar el impulso. Sus pensamientos psicóticos parecían decirle que la violencia estaba bien si así conseguía que le temiesen, pero Lucas no quería ser temido, sino ser tratado como un chico corriente y ser aceptado por la sociedad. Desde que le diagnosticaron la enfermedad de la Esquizofrenia Paranoide las personas habían tachado como el típico loco-problemático-aislado al que nadie quiere acercarse y aquello era algo que entristecía al chico, sobre todo por su madre, esa mujer que lo excluyó para no tener que escuchar las críticas de los demás, creyendo que así lo protegía.

El infierno de Victoria Massey © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora