Inspiré profundo, hoy la vería a ella.
A la chica que era mortal para mí.
A Alice Loveless, una demonio terriblemente seductora… Infantil y fácil de aburrir.
Salí al café con un poco de sueño aún, aunque quizá se me quitara al verla a ella. Era difícil aburrirse con Alice, pero posible.
Al llegar al pequeño pero famoso Phamton’s coffe entre por la puerta trasera que daba a la cocina y descubrí que tenía razón, ahí estaba ella. En la enorme cocina de piso blanco, paredes color crema y columnas negras, cocinas e utensilios de un metal reluciente y mesones largos de granito negro se encontraba sentada ella con su falda de 10cm antes de la rodilla, la camisa de mangas largas, un chaleco de tirantes negro con botones bajo el pecho que pasaba bajo estos dejando a la vista la camisa, su coleta de lado y un pequeño lazo morado con calaveras en el lado contrario de la coleta. Me esperaba sentada de piernas cruzadas y apoyando la cabeza en una mano, joder, eso nunca es buena señal.
-¡Llegas tarde! –dijo ella con los ojos cerrados.
-Lo siento, pero a diferencia de algunos –dije recalcando la palabra- Yo necesito dormir o despertare como zombie.
-¿y si dejas las excusas y me das mi desayuno?
-¿Y si mejor no?
-¿Quieres que empiece con el pie izquierdo el día? –preguntó alzando una fina ceja.
-Pensándolo bien, no sería mala idea hacerla enfadar señorita Alice pero ya que no quiero que mande a la mierda a todos, me acercaré prudentemente –Caminé hasta ella paso a paso- Ya sabes cuál es el precio ¿No?
Observe como en su fino rostro se formaba una sonrisa sádica y alcanzaba un cuchillo y… ¿Fresas?
-Atrápala –Dijo mientras lanzaba una fresa y con el cuchillo rajo un poco su propia mano.
De pronto entendí todo: Fresas con sangre, mil veces mejor que con crema o chocolate, excelente idea. Tendió su mano desde la altura que le permitía el estar sentada en el mesón y a mí me permitía pasar la fresa por su mano llenándola de una espesa y viva sangre demoniaca. Luego de un poco más, ella habló.
-“El hombre no puede esperar nada sin dar algo a cambio, para crear, algo valioso debe ser destruido”.
-Primera ley de la Alquimia –sonreí, y di la vuelta a su mano para besar suavemente sus nudillos y alejarme- Muerde donde quieras.
-¿Seguro? –Preguntó alzando una ceja.
-La verdad, no estoy seguro de que deba confiarte una mordida a mi cuerpo pero trato es trato, así que muerde dónde te plazca.
-Tú lo pediste –Bajo del mesón y se acercó con los colmillos fuera, se detuvo muy cerca de mí y se paró en puntillas- ese labio herido se ve tentador.
Y sin otra palabra, Alice hundió su colmillo en mi labio.
Si tan sólo… Un empujoncito pequeño para acoplarme perfectamente a esos labios… ¡No! No pienso caer, no con ella. Aunque fuera costoso mantendría la compostura.
Finalmente se separó.
-¿Qué tal?
-Cuida tú sangre, podría robarla –Contestó lamiendo sus labios.
-Siempre que pagues el precio podrás tomar tanta como quieras, y, ¿Sabes? Tus labios no estuvieron nada mal.
-¿Gracias, supongo?
-No es un cumplido, tienes los labios sangrantes y saben bien.
Aunque muy profundo, en el fondo algo me decía que si lo dije a forma de cumplido.