1, 2, 3, 4…
Lentamente pasábamos poco a poco por cada piso encerrados en el estrecho espacio del elevador, lentamente me acerqué a él. A León. Con mi cara muy cerca de la suya, pareció por fin sentir que lo miraba y volteó tranquilamente aunque un poco sorprendido por lo cerca que estaba.
-¿Qué haces, Alice?
-Te observo.
-¿Y, que piensas al respecto?
-Sinceramente, acabo de pensar que esos labios tuyos me están tentando mucho.-Respondí con una sonrisa.
-¿A sí? –Y antes de que pudiera darle una respuesta a León, me encontraba apoyada en la puerta del ascensor con cada una de sus manos al lado de mi cabeza.- ¿Y sí yo te quito esas ganas?
-Mejor me las quito yo solita. –Y antes de darle tiempo si quiera a parpadear, me levante en puntillas y me acerque uniendo nuestros labios. Al separarme vi a un León que me miraba confundido y con los ojos abiertos como platos, no pude evitar soltar una risita.
-¿De qué te ríes? –Preguntó él.
-De tú cara.
Se acercó, sus labios apenas rozando los míos para susurrar en ellos.
-¿Tanta risa le doy, señorita Alice?
-No señor León, pero su reacción ante un simple beso me causo gracia.
-¿Y sí vemos la tuya ahora?
Una de sus manos se apartó de la puerta y tomó mi barbilla obligándome a besarlo, cosa que la verdad no me molestaba en absoluto. Lo admito; Esos labios rosa pálido, con curvas largas y siempre terminados con las comisuras levantadas como formando una sonrisa, de verdad mataban a cualquiera… Si es que ya de por sí no lo hacían sus ojos.
Aunque nuestros labios estaban unidos, nos mirábamos fijamente a los ojos como si esperáramos la reacción del otro y, a pesar de que no tengo una cordura fácil de romper, él la hizo pedazos justo ahora. Al diablo el juego y el ascensor también. Libere mi muñeca de la presión que hacían sus manos contra la puerta y las pase por su cuello, una de sus manos se deslizo hasta mi cintura y poco a poco cada uno fue dejando de ver al otro, ahora sólo veía un telón negro y sentía los labios del otro sobre los suyos. Durante un par de segundos, recordé los días en que me quejaba de vivir en el piso más alto porque se hacía tediosa la subida y bajada pero hoy sinceramente amaba que viviera ahí. Sentí una mano reptar hacía mis caderas para acto seguido, levantarme hasta quedar 5cm más alta que él. Casi de forma automática enrolle mis piernas a su cintura, aún apoyada en la puerta.
-¿Le gusta jugar sin compasión, verdad señorita Alice?
-¿Ahora es que se da cuenta, señor León?
-Lo había notado desde hace tiempo pero no quería decir nada. –Sonrió y estiró el cuello plantando un suave beso en mis labios el cual le seguí y terminó con una mordida en su labio inferior con el cual gruñó por lo bajo.- ¿Está jugando sucio, señorita?
-Sólo quería apagar esa pequeña tentación de morderle el labio, señor…
Estando nuestros labios a punto de tocarse, la puerta del elevador se abrió haciéndonos caer a ambos al suelo; Yo con la espalda en el frío suelo y él encima de mí, con la cabeza ladeada justo 1cm más debajo de mis pechos, ¿¡Pero cómo diablos había terminado ahí ese idiota!?
-Me parece que ahora tengo yo el control, ¿No? –Levantó la cabeza y lentamente se acercó reptando hasta el centro de mis pechos apoyando su barbilla, sentía la presión bajo la tela de la camisa. Observó que iba a mover mis manos y atrapó mis muñecas contra el suelo.