[Capítulo 10] - Pijamada.

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El día de la pijamada llegó por fin. Al ser viernes, y toparse con ella en la escuela, Mikaela se dio cuenta que Mitsuba estaba muy feliz. Lo saludó con una enorme sonrisa en el rostro.

—Buenos días, Shindō-kun —dijo—. ¿Vendrás esta noche?

— ¡Claro! —él también sonrió.

Luego de esto, tomaron asiento y esperaron a que la clase comenzara. Lo extraño de aquella mañana, fue que Yuu no apareció hasta la segunda clase. Ya en el descanso, fue interrogado por Mikaela.

— ¿En dónde estabas? —cuestionó—. Ya estaba preocupándome.

—Me quedé dormido —murmuró, apartando la mirada de los ardientes ojos azules que estaban frente a él.

—No te creo.

— ¡¿Por qué?! De seguro también te... —No, no me ha pasado —interrumpió a su amigo—. Eres muy sospechoso, ¿sabes? Primero, no quieres que me una al club de lectura y, segundo, me ocultas lo que haces por las mañanas. ¿Qué clase de amigo eres?

—Debería decir lo mismo de ti —espetó el azabache, descargando la furia que no sabía que llevaba dentro—. Sigo esperando que me cuentes ese secreto.

— ¿Cuál...? Oh, ese secreto... No puedo hacer eso todavía —suspiró, con la mano en la nuca.

— ¡¿Ves?! Si es así, yo tampoco te diré nada —concluyó, y se alejó a pasos rápidos de allí.

Buscó algún lugar en el que permanecer hasta que terminara el receso. Para su mala suerte, Shinoa lo pilló desprevenido y se acercó a él.

— ¿Qué pasa? —preguntó, y picó con su dedo la mejilla del chico—. No te ves bien.

—Mika —resopló—. Quiere que le cuente el secreto, pero él no revela el suyo. Es tan injusto...

—Vaya... 

Los ojos marrones de la chica miraban a la nada, igual que los de Yūichirō.

— ¿Qué tal estuvo tu primer entrenamiento? —dijo, de repente—. Oí que peleaste contra Kimizuki-kun.

—No fue muy interesante. Deberían hacernos luchar con armas de verdad...

—Si hacen eso, estoy segura que alguien resultará herido —rió.

—Tienes razón. —Yuu le siguió el juego.

En ese momento, la campana decidió sonar por fin.

— ¿Te acompaño? —Cual niña pidiendo permiso para hacer algo, se colocó en frente del pelinegro y lo miró con ojos de cachorrito.

Éste suspiró y asintió con la cabeza.

-°-°-°-

Ya finalizadas las clases, los chicos se sintieron libres. Salieron corriendo de sus salones, y se esparcieron por la calle una vez estuvieron fuera. Excepto quienes estaban en los clubes. Por lo tanto, Mikaela no esperaría a Yūichirō y se iría solo a casa.

Se acostumbró a esa rutina hace varios días, así que ya casi no le importaba. Caminaba solo, llegaba solo a casa...

Pero ese día no estaba tan deprimido como los otros. La razón era simple: al ser el cumpleaños de Mitsuba, tenía que buscarle un regalo, lo cual le permitiría estar más tiempo fuera de casa y quizás observar a su amigo cuando llegara.

Con una sonrisa en el rostro, se adentró en la primera tienda que encontró. Allí vendían peluches y cosas adorables. No sabía exactamente cuáles eran los gustos de la rubia, así que no tenía idea de qué comprarle.

Terminó escogiendo un peluche amarillo de conejo. No era muy grande, pero era muy adorable. Compró también una funda de regalo con papel verde y lo colocó adentro.

-°-°-°-

Yūichirō llegó por fin a casa. Fue un día cansado en la escuela y en el club, puesto que tuvieron un entrenamiento. La razón por la que apareció tarde en el salón de clases, fue esa, también.

Para su mala suerte, Mikaela lo vio. Apenas sus miradas se cruzaron, el azabache abrió la puerta y pasó por esta. Respiró hondo una vez estuvo dentro de su hogar. Aunque, su tranquilidad se esfumó cuando escuchó el timbre.

—Oh, Yuu, llegaste —sonrió su madre, que salió de la cocina llamada por el sonido—. ¿Por qué no abres la puerta?

— ¡Ah, sí, la puerta! —rió el oji-verde.

Volteó, con miedo, y giró la perilla con lentitud. Se encontró con los ojos azules de su mejor amigo, y su mirada no parecía de enojo.

—Mika... —murmuró.

—Los dejo solos —dijo la señora Amane, y se retiró.

— ¿Qué haces... aquí? —preguntó Yuu, nervioso.

— ¿Sigues enojado? —preguntó el rubio, quien tenía ganas de arreglar las cosas—. Lamento lo de esta mañana...

—Oh, no tienes que disculparte tú —negó con la cabeza, de forma exagerada—. Perdón por enojarme contigo por tonterías. Prometimos que no pelearíamos, pero seguimos haciéndolo —rió.

—Ambos tenemos la culpa. —Mikaela le siguió el juego—. Uh... ¿quieres que vayamos juntos a la pijamada de Sanguu?

—Iba a preguntarte eso también, así que, ¿por qué no?

Los dos rieron. Sin dudas, no podían resistir ni doce horas sin hablarse.

-°-°-°-

Luego de un par de horas más, se disponían a salir rumbo a casa de Mitsuba. El plan original hubiera sido tomar el autobús, si no fuera por la madre de Yūichirō, quien decidió llevarlos en auto.

—Diviértanse —dijo, antes de irse—. Vendré a recogerlos mañana a las siete.

— ¡Gracias, mamá!

—Vaya, aquí vive Sanguu... —murmuró Shindō.

—No es mal lugar —comentó el azabache.

Mikaela tocó el timbre y esperó a que alguien abriera. Una rubia apareció frente a ellos, después de unos segundos.

— ¿Ustedes son los amigos de Mitsu? —preguntó. Los dos asintieron con la cabeza—. Pasen.

Ella era la hermana de Mitsuba, Aoi. Yuu la conocía debido al "club". Dejó que su amigo avanzara un poco, para luego acercarse a la chica.

—Haz como si no me conoces —le dijo.

Después, siguió a Mika y subieron juntos las escaleras. Fue tonto de su parte no preguntar cuál era el cuarto de la rubia, así que estuvieron perdidos por un momento.

Pero se toparon con Shinoa, que salía del que parecía ser el baño.

— ¿Qué pasó? —rió ella—. La habitación de Mitsu-chan es esta, pasen —abrió la puerta.

—Con permiso —murmuró el de ojos azules, entrando con cuidado.

—Shindō-kun, Yuu, bienvenidos. —Los recibió Sanguu.

El oji-verde suspiró—. Pensé que habían empezado sin nosotros.

—Para nada —rió.

Mikaela intentó sonreír también, a pesar de saber que la noche sería muy larga para él.

[Owari no Seraph] Instituto SerafínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora