"EL SALVADOR"

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                                                                         (INTRODUCCIÓN)

Fernando; 51 años, Divorciado y con dos hijos a los que amaba con toda su alma. Desempleado  y al cuidado de una madre enferma de Alzheimer. Sin vivienda, mal vivía en el garaje de una casa que antaño fue suya y que hoy era de su ex mujer y de sus hijos. Convertido el garage eventualmente en vivienda,  con dos simples camas y un aseo sin ducha, con retrete y lavamanos. Como era él, el que cocinaba para todos en la casa (pocos podrían comprender o entender esa situación tan extraña) Tanto su madre cómo él mismo, usaban el baño superior para la ducha y aseo personal y coexistían todos juntos más que hacer vida en común. Fernando, no tenía más que estudios primarios además,  inacabados. Toda su vida era un aprendizaje continuo. Incansable buscador de la verdad ―  Su verdad ―  Perdido en la blandura de un corazón qué tan solo le  trajo disgusto tras disgusto.

De niño vivió siempre en un mundo de fantasía dónde solo tenían cabida, sus propios  héroes…  y sus sueños más desesperados e infantiles.

Incapaz de hacer daño a una mosca. Sufrió en propias carnes la incomprensión de las mujeres con las que, de alguna manera, compartió su vida alguna vez.  Siendo menospreciado por ser demasiado bueno y sin maldad. Nunca logró hacerse entender  por ellas. De niño, de tan ingenuo e inocente, fue querido y adorado por todos sus vecinos y vecinas, su carácter dulce, ingenuo y bonachón, a la vez que educado y servicial, le hizo ser merecedor de todos ellos. Sin ser peleón, nunca se dejó amedrentar por otros niños ni se dejó humillar por los más grandes y peligrosos del barrio. Nunca buscó una pelea y jamás la rehuyó si esta se terciaba. Fiel defensor a ultranza de los más débiles. Nunca consintió que se les humillara mientras él estuvo delante. Desde esa niñez tuvo propia constancia de qué él ―No era igual que los demás niños―.

Siempre vio más allá de donde paraban otros. Lo cual, lejos de ayudarle, le hizo ser precavido y más juicioso. No debía usar lo que sabía sin ser consciente de que al igual que servía para hacer el bien, también podía ser usado para hacer el mal.

Eso le provocó miedo e inseguridad  e hizo de su infancia un infierno.

 Sólo, sin saber cómo hacer para no servir  de mofa o escarnio al contarlo. Pero, acaso… ¿podía contarlo?  ¿A quién contarle su incipiente “poder”?

¿Y quién se lo iba a creer?  Si ni él mismo podía creérselo… De no creérselo,  un día… lo olvidó.

¿Cuál es el poder que olvidó?

Fernando tenía el “PODER” de expulsar a las almas de su propio cuerpo”

Pobre Fernando, él no se acuerda (Y ojala y no se acuerde nunca) pero él fue quien mató, sin siquiera darse cuenta de ello, a aquel pequeño bravucón y pendenciero de su colegio en el tercer curso. ” Berto” le  llamaban. Un día, el pequeño y brabucón Berto, no se le ocurrió otra cosa que, “patearle el culo” y burlarse del amiguito más fiel ― de los pocos que tenía, Fernando, Javier.― Estaban en la hora del patio (recreo) cuando, Fernando, al verlo, sintió una rabia tan espantosa que, “deseó meterse en el cuerpo de Berto y desgarrarlo por dentro” De pronto, Berto, dejó de patear y reírse del pobre Javier y sin mirar hacia ninguna parte, salió corriendo sin ninguna expresión en su cara que delatara lo que iba a hacer y una vez fuera del patio del colegio y “pasando” de los gritos de sus profesores. Se tiró sin dudar debajo de un coche que en esos momentos cruzaba velozmente la avenida.

Fernando no sabe y quizás no sepa nunca que fue él, quien dentro del cuerpo de Berto y una vez haberlo expulsado de su propio cuerpo, Berto, se tiró debajo de aquel coche, vengándose así de tan mal bicho, como siempre le pareció que era Berto. Todo lo vivió Fernando, en primera persona, nadie se fijó jamás en un niño que, con los ojos vacíos de expresión alguna, estuvo ausente, de pie y sin apenas respirar, en la misma escena del fatal accidente. Hasta que este ocurrió y su cuerpo se venció hacia adelante, perdiendo el conocimiento. Todos pensaron que fue de ser testigo de tan horrible muerte. Incluso hasta él, se lo creyó.

No obstante nunca volvió a ser el mismo. Su mente olvidó tal suceso (o lo borró) pero, su vida cambió desde entonces. Se volvió solitario, solo deseaba jugar solo, aunque, con tantos niños en el barrio le era francamente difícil (por no decir, imposible) el estar solo en sus juegos infantiles. Eso sí, cada vez que podía, se alejaba de todos y se “perdía” en su mundo de fantasías. Recreando vivencias que tan solo a él  le eran permitidas y que  incluso, una vez vividas, “siempre” olvidaba. Por su mente jamás volvió ningún pensamiento más de ese pequeño bravucón de “Berto” ― Cómo si jamás hubiera existido ― Y es más… en su mente y según fue creciendo, en su mundo consciente y real, nunca tuvo, salvo excepciones muy raras.

Otra experiencia igual o parecida a la vivida con Berto.

Hasta la aparición de su “otro yo” y tras darse cuenta de que en realidad él no “existía” ¿O sí?

De que solo fue o era un experimento de seres de otros mundos, qué jugaban a ser Dioses, cómo los propios seres humanos hacen con las pobres cobayas o ratoncillos. Sí, es cierto. Tampoco somos tan diferentes a ellos. ¿A quienes queremos engañar?

Por ese motivo, Fernando quiso acabar con su vida y por esa misma razón, su “otro yo” se lo impidió. ―Aún no había llegado su hora ― Su “clon” fue quién dio aviso para que llegaran rápidamente a salvarlo, aparte claro, él mismo, le hizo “un apaño”   Un día, se dijo; le “explicaría de dónde venía realmente y cual era en verdad su cometido en la vida y en ese planeta que no era en absoluto el suyo. De momento, tuvo que provocarle un gran shock  para que su mente volviera a “despertar” y así, acelerar sus conocimientos. Ya no había tiempo que perder si quería salvar su verdadero planeta. Ahora todo estaba en manos de Fernando. “El salvador” Había muchas almas perdidas que tenían que volver a sus antiguos cuerpos.

NUNCA... UN HÉROEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora