Lo miré divertida, esperando que fuera una broma. Michael arqueó una ceja, cambiando de semblante a uno más serio.
— No hablas en serio —solté.
— Claro que sí. Sandy, mira... El ensayo es el viernes y la boda el sábado... Básicamente tendrías que pasar el fin de semana conmigo. Necesito pedirle permiso a tus padres —explicó.
— ¿Y por qué crees que me iré todo el fin de semana contigo? —pregunté, sonando lo más sarcástica que pude.
— Porque no creo que tengas mejores cosas que hacer tu fin de semana —contestó, con un tono arrogante.
Bien, sí, no tenía nada mejor que hacer, pero vamos, ni siquiera conocía bien al tío.
— ¿Quién dice que no harás algo? —cuestioné—. Además, no te conozco del todo...
— ¿Quién dice que te quiero hacer algo? Ni siquiera me gustas —sonrió.
— Que alegría... —musité.
Puse los ojos en blanco, mientras sentí la sangre hervirme en las mejillas. Michael rió.
— Aunque debo admitir que haciendo esas caras te ves linda.
— ¿Es en serio?
— ¿Ahora qué?
— Mira, yo no...
— ¿Sandra...?
Me quedé petrificada, mirando a Michael, quien solo esbozó una radiante sonrisa, como los tipos que salen en comerciales anunciando pasta dental.
Giré sobre mi propio eje, encontrándome con mi padre.— Hola, pa —sonreí forzadamente.
— Hola, amor... ¿Quién es tu amigo?
— Ah, es...
— Michael, novio de Sandy. Mucho gusto —se apresuró a decir el rubio.
— Oh, pero mira que guardadito lo tenías, Sandy —se echó a reír mi padre—. Un gusto, hijo. Soy Harold Kiske.
— El gusto es mío, Sr. Kiske. Hasta que se me hizo conocer al padre de mi novia.
Lo miré con los ojos entornados. Michael me abrazó.
— Pero pasen chicos, ya es la hora de la cena. ¿Te quedas, hijo?
— No, él...
— Por supuesto, Señor.
Mi padre abrió la puerta, dándonos el paso. Tomados de la mano, entramos a casa; Michael, mi hermano (si, tenían que llamarse igual) y Kai, su mejor amigo -quien era mi gran platónico de la niñez y parte de la adolescencia, hasta que un día inesperado me pidió ser su novia... dos hermosos años de relación, pero después decidimos quedar como amigos, pues ambos comenzamos a pensar en cosas diferentes- nos miraron sorprendidos.
— ¡Lois, sirve un plato más! ¡El novio de Sandy vino! —gritó mi padre. Se volvió a nosotros—. Vayan a sentarse. Les avisaremos cuando puedan pasar a cenar.
— Muchas gracias —sonrió Michael.
Tomamos asiento frente a mí hermano y Kai; miré fugazmente a Kai... Me miró de forma negativa. Mi hermano miró a Michael.
— ¿Entonces eres novio de Sandra?
— Sí —contestó Michael, tratando de no sonar grosero.
— Ah, Michael... Él es mi hermano, Michael —presenté—. Y él es Kai...
— Su ex —respondió el pelirrojo.