Capítulo 4

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Había llegado el tan esperado viernes. En la universidad me encontré con Michael un par de veces, donde lo ignoré a toda costa; la noche anterior no pude dejar de pensar en él y eso me hacía sentir rara. No sabía si realmente me comenzaba a gustar o solo era un gusto momentáneo.
Las clases habían terminado. Ni me di tiempo para despedirme de mis amigas, simplemente quería huir de ahí.

— Srta. Kiske —escuché tras de mí.

Cerré los ojos e hice una mueca de desagrado. De mala gana me giré para encontrarme con él.

— Profesor, McKagan —musité—. ¿Necesita algo?

Su sonrisa egocéntrica me hizo maldecirlo infinidad de veces. Se veía sumamente bien, porque claro, siempre será muy atractivo. Y joder, sus ojos tan expresivos.

— Nada, solo la ví y quise saludar —contestó, encogiéndose de hombros.

— Ah, gracias...

Comenzamos a caminar hacia la salida del edificio, conversado sobre mi día en la universidad, ya saben, una charla de lo más casual entre alumna y su profesor.
Me miraba muy atento, cosa que me ponía nerviosa y me molestaba un poco. Yo evité hacer contacto visual.

— Ya sabes donde esperarme —susurró, revisando que nadie se acercara.

— ¿Qué?

Michael salió del edificio, dejándome con una expresión de odio. ¿Qué se creía?
Suspiré fastidiada y salí corriendo de ahí, para llegar a la cafetería y aguardar la llegada de ese idiota.
Entorné los ojos al ver su auto acercarse; se detuvo frente a mí, abrí la puerta y la cerré de golpe.

— Alguien tuvo un mal día, eh —rió.

— En absoluto —rodeé los ojos—. Estoy segura de que mis padres no me dejarán ir... Así que lo siento.

El rubio nuevamente puso el auto en marcha. Una enorme sonrisa se dibujó en sus delegados y definidos labios.

— De hecho vamos para tu casa por tus cosas. Unos tíos los llamaron y se hicieron pasar por mis padres y te concedieron el permiso. Hace rato hablé con tu padre y se escuchó muy feliz.

Fruncí el entrecejo y tense mi mandíbula, mientras volteaba a otro lado. Maldito por siempre salirse con la suya.
De repente se detuvo.

— ¿Puedo saber por qué me has estado evitando?

— No te estoy evitando, Sr. Yo hago todo lo que quiero —respondí sarcástica.

— ¿Disculpa?

Estaba por responder una sarta de tonterías, pero me abstuve de hacerlo, porque en realidad, Michael no me había hecho nada malo. Era yo, la que quería alejarlo por mi repentina atracción a él.

— Nada... No me hagas caso.

— Sandy, si te sientes incómoda con esto, lo entiendo. Si quieres no lo hacemos. No hay problema.

— No, no, vamos a mi casa por mis cosas y nos vamos. No olvides que eres mi tutor.

Nos miramos, sin hacer una mínima expresión, dejando al silencio reinar allí. Michael fue el primero en sonreír.

— De verdad te estaré agradecido por esto, Sandy.

— Está bien... Digo, darme una tutoría lo amerita... Creo.

— Perfecto. Vayamos a tu casa.

Al llegar a casa, Michael habló con mis padres en lo que yo subí a mi habitación por mis cosas. Tomé una rápida ducha y seguido me puse el vestido que la noche anterior había elegido para llevar al ensayo; éste era menos llamativo que el que me pondría para la boda.
Al salir de mi habitación, me encontré con Kai y mi hermano.

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