Michael me miraba con una expresión de suplica; sus manos se aferraron a mis brazos, tanto que comenzó a lastimarme.
— Sí, está bien —musité, tirando mis brazos de sus manos—. Pero no quiero otras preguntas así por parte de tus amigos.
— Lo prometo, Sandy. Estoy avergonzado por eso, como no imaginas...
Para ser sincera, me dio ternura y algo de nostalgia verlo así. Se veía preocupado, aunque él no tuvo la culpa, la estaba asumiendo de tal manera.
— No pasa nada. Volvamos con tus amigos —sonreí, intentando amenizar todo.
— Gracias, Sandy.
Está vez fui yo quien lo tomó de la mano, apretando la suya con fuerza. Michael pareció sorprendido, pero no dijo nada, solo que su sonrisa se amplió.
Al llegar con sus amigos, Axl calló al vernos.— Sandy —Slash sonrió—... Te queremos pedir una disculpa. No debimos de ser tan idiotas.
— Slash y Steven se excedieron con sus preguntas —señaló Izzy—. Y por su culpa discutiste con Michael.
— No hay problema... —aseguré.
— Bien, me alegra que no te hayas ido, Sandy —dijo Axl—. Hubiera sido una pena.
— No iba a dejar a Michael solo.
— Bien —se alegró Axl—. Chicos vamos por unas cosas a mi auto.
Los chicos se pusieron de pie, dejando sus sacos sobre su suya. Michael besó mi mejilla.
— No tardo, preciosa —susurró.
— De acuerdo...
Dio la vuelta, y se alejó junto con los demás. Serena estaba sentada junto a mí, platicando con las otras chicas.
— Sandy —llamó Mallory.
— ¿Sí?
— Estoy diciéndoles a las chicas sobre lo mucho que hiciste por Michael —comentó.
— Ah... ¿En serio?
No sabía a qué se refería con «lo mucho que hiciste por Michael.» Pero no podía preguntar.
— Sí, vaya, después de la muerte de Mandy... Bueno, se amargó muchísimo; ya no quería convivir con nosotros. Se aisló de todos —dijo Serena—. Bueno, tú debes saber de eso. Incluso más que nosotras.
Sentí como el corazón se detuvo en esos segundos. Jamás imaginé algo así. A pesar de que en esos entonces había tratado muy poco con él, saber eso... En lo que tuvo que pasar. Me dolió por él.
— Bueno... Sé de Mandy, pero para no recordarle eso, evito sacarla al tema. La verdad no he querido preguntarle nada sobre ella y lo que ocurrió —mentí.
— Fue algo muy duro —vaciló Serena—. Pero mira, todos llegamos a creer que nunca se iba a recuperar de eso, y entonces llegaste de nuevo a su vida. Sandy, salvaste a mi amigo...
— No hice la gran cosa. Todo fue gracias a él.
— Cuando nos habla de ti, lo hace de una manera tan dulce. Sus ojos brillan. Se le nota esa inmensa felicidad.
— Ay, sí, amé la vez que nos dijo lo hermosa que te veías con un vestido de flores amarillas, de cuando te volvió a ver. Dijo que jamás olvidará ese día, porque nuevamente supo lo que era estar frente a una chica bellísima. De hecho no tiene mucho que nos dijo eso... Días, quizás.
Y en ese momento, fue como si un ejército de hormigas corriera por todo mi cuerpo.
» Iba corriendo hacia su salón. Era el primer día de clases y eso la tenía con la mente hecha trizas; no había dormido bien, a causa de los nervios.
Su vestido negro, con pequeñas flores amarillas, se movía de un lado a otro.
Tomó la perilla de la puerta, deseando que el profesor aún no llegase, pero en cuanto abrió la puerta, se lamentó de ver a alguien sentado en el escritorio.— Llega tarde, Srta... —señaló el profesor.
Ella seguía parada en el umbral de la puerta. Jamás lo había visto, porque de haber sido así, recordaría a tan atractivo hombre.
— L-lo lamento...
— Bien, pase a su lugar.
— Gracias.
Sin voltear a ver a nadie, corrió hasta llegar a una butaca desocupada; gruñió al ver que la única vacía se encontraba frente al escritorio del nuevo profesor. No tuvo más opción que ocúparla.
— Como les decía, soy el profesor, McKagan. Por ahora solo seré suplente.
— ¿Estás bien, Sandy?
Sacudí la cabeza, para después mirar a las chicas. Parecían tan confundidas como yo.
— ¿Qué pasa? —pregunté.
— Pues te preguntamos algo y de la nada te quedaste muda, mirando a la nada —explicó Mallory.
— Ah, yo... No sé qué pasó.
Guardaron silencio, al notar que los chicos venían hacia nosotras. Seguía incrédula. No era posible tanta coincidencia.
— Llegamos —exclamó Steven.
— Lo notamos —respondió su novia.
Era de noche. Michael y yo nos quedamos en una de las habitaciones de la casa de Axl.
Tras salir del baño, ya con mi pijama y sin maquillaje, ví a Michael acomodando unas cobijas y una almohadilla en el piso.— Te toca dormir en el piso —bromeó.
— Bien, es bueno para la columna —sonreí.
— ¿Necesitas algo antes de dormir?
— Quisiera hablar de algo...
— Claro, ¿de qué? —accedió.
— Primero hay que sentarnos, por favor...
Tomamos asiento, una junto a otro. Busqué palabras para sonar sutil.
— Bien, te escucho...
— En el ensayo, cuando ustedes se fueron —murmuré—. Me dijeron algo sobre ti...
— ¿Y después?
— Y Mandy...
Palideció al instante de escuchar ese nombre. Su mandíbula se tensó, al igual que sus manos.
— Perdón, sé que no debería preguntarte, pero...
— Murió en un accidente automovilístico —susurró.
Un enorme nudo se formó en mi garganta. Su expresión cambió radicalmente; se notaba molesto, pero en especial mortificado.
— Lo siento, no debí preguntar...
— Había ido a la fiesta de una amiga. Tengo entendido que vio a su ex; hablaron mucho, mientras tomaban... Tomó mucho y se le hizo fácil conducir. Yo... Puede haber ido a esa fiesta, pero sabía que ese tipo estaría ahí... Mandy estaba aferrada a ir, no sé si por él o sus amigas.
Solo podía mantener mi mirada en él, pero no lograba decir algo. Era doloroso verlo así. Quizás, en el fondo está resentido con Mandy, pero su dolor lo disfraza.
— Si quieres hay que cambiar de tema —sugerí—. Lamento hacerte recordar esto.
— No te preocupes, tienes derecho a saberlo.
Una enorme duda se apoderó de mi mente. No quería provocar más incomodidad en él, pero debía saberlo.
— ¿Sobre su ex...?
— Creo que nunca dejó de quererlo, aunque me hacía creer lo contrario y yo quería creerlo.