Rumbo a las estrellas

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Normalmente no se preocupaba mucho por sus compañeros, pero ya le parecía muy extraño que Augusto no se haya aparecido por más de seis días para molestarlo y arrastrarlo en alguna de sus locuras. De hecho, le habían dado un misterioso tiempo de paz tras la última misión, Zarachiel le había herido seriamente y aunque no lo quisiera necesitaba tiempo para recuperase y volver a su cruzada... Pero, ya estaba casi por completo recuperado y a pesar de aun estar tuerto, no le cuadraba que la terrible plaga conocida como Augusto Hernández se mantuviera lejos de su persona durante tanto tiempo.

Con cierta curiosidad camino por la enorme mansión en su búsqueda, se deslizo por los interminables pasillos del primer piso de habitaciones y por el segundo, buscando el olor de su compañero y esquivando a otros sicarios... Más no lo hayo.

Decidió arriesgarse a bajar al subsuelo, recorriendo la enorme biblioteca, nunca se acostumbraba a levantar la vista y contemplar los estantes llenos de libros colgando del cielo y con sus doradas categorías invertidas, parecían ser un reflejo de los estantes normales que se hallaban en el suelo. Un espejismo real que él podía atravesar con su mano para tomar los libros que colgaban de aquellos extravagantes estantes. La biblioteca parecía eterna, podías estar días caminando por ella, pero Shun no tenia tanto tiempo y tras unas horas de búsqueda sin ver rastro alguno de su compañero, supuso que Augusto no se encontraba alli.

Siguió por el museo, no le gustaba estar en aquel lugar sin la presencia de Azrael u alguno de sus compañeros, siempre se sentía observado y había días en los que juraba que las repisas y los objetos se movían cuando no los estaba mirando. Augusto le había llenado la cabeza con historias de aquel lugar, una vez le conto que se encontró con una puerta extraña y que tras abrirla entro en una habitación negra como el vacio y con una sólo ventana, la cual dejaba ver un espectacular paisaje espacial con un planeta, estrellas, galaxias y todo lo demás... Obviamente Shun no le creyó, sabia que su compañero evitaba en lo posible tanto este piso como el de la biblioteca por sus irracionales miedos. No obstante, entre los miembros de la mansión y el personal se murmuraban toda clase de historias entorno a los pisos inferiores, sobre tododel museo del Ángel de la Muerte. Desde fantasmas, voces misteriosas, objetos malditos y hasta portales a otras dimensiones aparecían en los fantásticos relatos, pero conociendo con profundidad a Azrael, todas aquellas de historias dejaban de parecerte tan fantásticas luego de un tiempo.

Shun se adentro por los pasillos, evito con esmero los jarrones milenarios, las enormes joyas de fino corte, las monedas y todos los demás objetos de incontable valor que se hallaban tirados por el suelo. Alguna que otra vez se choco con algún cosa sobresaliendo de su anaquel, fue así como dio de cara contra un cuadro de Miguel Angel y casi tiro un feo león de madera con la firma de Leonardo Da Vinci, ya cansado de tanto buscar llamo algunas veces a Augusto, mas al no recibir respuesta decidió marcharse. El pelirrojo nunca permanecería tanto tiempo en el museo, y de hecho, nadie en sus cinco sentidos se quedaba mucho tiempo sólo en aquel lugar.

Llego hasta la salida y llamo al ascensor, mientras esperaba que bajara volteo un par de veces... No se le iba del cuerpo aquella maldita sensación de ser observado, negó para sí mismo y concentro su vista al frente, era su cabeza la que le estaba jugando una mala pasada.

–Shun...

El helado susurro en su oído hizo que inmediatamente volteara con el arma desenfundada.

Pero, no había nadie a sus espaldas...

Trabo el ascensor e inmediatamente se puso a buscar por los alrededores, pero por más que perdió otras dos horas entre los anaqueles, no halló rastro alguno de quien lo había llamado... O la más mínima evidencia de que había alguien lo había llamado, estaba completamente solo.

Dark's melodysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora