Anastasia.

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Me enamoré de una araña.

Ella siempre estaba a fuera
esperando a que saliera.

La nombre Anastasia
por que me daba vergüenza
[y terror]
ir a preguntarle como se llamaba.

La pequeña araña negra
detrás de mi ventana
vuelve a armar su telaraña
por séptima vez.

Y de nuevo,
la lluvia vuelve a caer.

Ella se esconde entre mis plantas,
usando como refugio
a los malvones blancos.

Si supiera que ellos no le servirán.

Los pétalos caen dejándola
descubierta.

Ella sale,
y esta vez usa a los pensamientos.

Se siente segura
con la calidez que le otorga
los petalos
color púrpura.

El viento sopla 
tirando la maceta
y llenandola de tierra a ella. 

Harta,
vuelve a trepar.

Sus ocho patas tocan el mojado árbol
y luego sienten el frío de las ramas.

Entonces abro la ventana
y la dejo pasar.

Le invito té de moscas
y hormigas con miel.

Ella acepta
mientras yo
la miro desde arriba.

Es el doble de grande que yo.

Y es que,
¿por qué tiene que ser
un humano el que
ocupe tu imaginación?

A pocos de ellos le llaman la atención
insectos como Anastasia.

No saben notar lo trabajadora
y noble que es.

Hablamos por horas,
y cuando le pregunté su nombre,
me dijo que no tenía.

Hablamos un rato más
y me comentó que
desde que nació
había estado sola.

Que nadie nunca
había sido tan amable con ella.

La observé por minutos
apreciando su belleza.

Aquella que nadie
nunca
jamás
supo notar.

Anastasia corrió
la hoja amarilla
que servia como cortina
y me dijo con la mirada
que era hora de irse.

La invité a pasar la noche conmigo
pero se negó
diciéndome que la Catarina
era su comida favorita.   

[In]dolent Poesie. #ConcursoUTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora