Primera parte: El destino.

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El destino

Octubre, 1993

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Octubre, 1993.

"¡Pase largo!" Corrió lo más rápido que sus piernas pudieron mientras observaba el balón que volaba por los aires con gran velocidad. Lo iba a coger, ya esta, ¡iban a ganar! Solo unos pasos manos y el trufo estaría en sus manos... "¡Louis!" gritó su compañero al ver como este fue derribado con furor.

Su espalda dio un fuerte impacto contra el pasto sintético. Sintió un fuerte ardor en la rodilla y en su hombro. El muchacho/rival que lo esquivó de su objetivo se le quedó mirando y rió. Posteriomente se marchó. La rabia se culminó en su ser y si no fuera por el gran dolor que sentía se hubiera incorporado y sus nudillos también hubieran sangrado. ¡Hasta hubiera sido satisfactorio para él!

Uno circulo de cabezas se posó ante su vista, intercediendo en el maravilloso cielo decorado con esponjosas nubes que tanto le encantaba pintar. Su molestia es incrementó.

"¿Louis, estás bien?" Le preguntó su amigo.

Una cabellera con un montón de rizos bien formados achocolatados se unió al club con ojos temorosos. Sus ojos se conectaron y nuestro protagonista se quedo embobado viéndolo, hasta casi parecía que el dolor no estuviera presente en su cuerpo.

Sin embargo la bellísima ilusión y sensación no tardo en esfumarse, todo producto a unas cejas familiares que se posicionó sobre si y tocó su rostro por todos lados. Seguramente era el más preocupado de la reunión.

"¡Mi amor! ¿Estás bien?" exclamó con la voz rota. Louis asintió con una mueca.

Al instante fue incorporado con la ayuda de dos auxiliares. Empezó a cojear al caminar. Vio hacia el público y muchos de los espectadores tenían sus ojos puestos en él. Algunos con preocupación y otros sacaban carcajadas y burla, la mayoría de éstos eran acompañante de los del otro equipo: Los Pitbul.

Se dirigieron a paso lento en dirección a la enfermería.

El estadio estaba lleno y los gritos no cesaron en ni un segundo. La euforia era participe del juego. El sudor y la saliva salpicada por los espectadores y los gritos inumerables se multiplicaron cuando Los Pitbul anotaron un punto. Ganaron. Mierda y más mierda, pensó. Mientras la mitad del estadio saltaba y rugía en juvilo Las Serpientes pateaban y maldecian a todos los dioses, inclusive uno de ellos rompió una pobre silla que fue victima de la redota de la Serpiente. Las lágrimas no pasaron desapercibida. Este era el último juego de la temporada y no lograron entrar a las semifinales. Todo resultó ser un fracaso. Los veinticuatro fines de semanas de pura práctica, sudor, lesiones y expectativas se fueron directo a la basura.

No falta decir en qué postura se hallaba el jóven jugador y uno de los mejores jugadores del equipo, con su pierna cubrierta por el líquido color rubí y su hombro pulsando en cada segundo.

Últimas Golondrinas [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora