2: Pinceles.

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Pinceles

Abril, 1994

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Abril, 1994.

No, no había esperado su llamada apenas llegó a casa. Claro que no. Tampoco revisó el celular cada dos minutos, verificando si había alguna notificación. Ni un mensaje. Su bandeja estaba desértica, al igual que sus esperanzas.

Dos semanas habían transcurrido desde la inauguración del español. Harry siguió trabajando en ese popular supermercado que sólo le brindaba el dinero como para pagar el arriendo su casa, y en ocasiones podía comprarse cosas que le apetecía. Vivía con su hermano mayor, Jostin y sus padres. Los recursos eran limitados. Sus progenitores no terminaron el instituto. Y su hermano deseaba poder estudiar Derecho por lo que sus horas laborales en el día y noche se extendían hasta doce horas diarias. Mientras que las de Harry se basaban en tan solo diez.

Deseaba poder estudiar en La Escuela de Música, mas, su mente libre de atadura, siendo completamente abierta y realista, sabía que al menos uno de ellos debía surgir de la miseria.

Su mayor tesoro era una guitarra, la cual fue un milagroso e inesperado obsequio de un habitual cliente cuando tenía quince años. En aquella época trabajaba lustrando zapatos a los grandes seres que, estaba más que seguro, el cuero que estaba cubriendo sus pies, junto a finísima madera, tenía más valor que su propia vida y que él tenía el gran honor de manipularlos y dejarlos a la perfección. Pero qué se le podía hacer más que aceptarlo.

No obstante, sus bellísimas ganas de alimentar a su cerebro de conocimientos eran manifestadas, en los minutos sobrantes, en el resinto repleto de libros que atesoraban historias. Leía lo más que podía, en especial sobre la música.

La biblioteca se habitaba de la presencia de individuos que se hallaban en el igualado acontecimiento que abrumaba sus vida: la ausencia de estudios universitarios y lo paupérrimo de su situación.

Los conocimientos son ilimitados, por lo que el rizado, sin quedarse con una segunda opción, fue autodidacta. Sin embargo los libros solicitados de la biblioteca pública, debían ser ocultos de la indeseable presencia de su padre.

Como aquella vez en la que pidió un horario más resudicido por tan sólo un día y en el que se encerró en su habitación a leer. Todo iba hasta que la mugrosa, rayada con las inocencia de su infancia fue abierta. El fisonomía de su progenitor yacía dinámica de pronto.

"¿Qué se supone que haces aquí, Harry? ¿Qué se supone que estas" Cuestionó de forma retórica y con un tinte de voz molesto pero sereno.

"Leo..."

"Sé que estabas leyendo. Te estoy viendo." Una mirada acusadora se posó en él. "¿Crees que leyendo conseguiremos el dinero suficiente dinero para poder comprar cuatro miseros panes? ¿Crees que perdiendo el tiempo con tus libritos habremos salido de la pobreza? ¡No!" Exclamó.

Últimas Golondrinas [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora