Capítulo 2

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Lean escuchando Story Of My Life, One Direction. Cuando termine, reproduzcanla de nuevo y sigan leyendo.

*En el recreo*

-Oye, ¿y qué me decías de One Direction? –le preguntó su amiga.

-Oh, bueno…- comenzó a contarle todo, absolutamente TODO lo que sabía de 1D. Sabía todo sobre ellos, ya que los había seguido desde que los vio audicionar en TXF. Zoe lo interrumpió.

-Oye, ve más despacio –rio-. ¿Cuántas hermanas dijiste que tiene Louis?

-Cuatro: Lottie, Felicite, Phoebe y Daisy, todas menores que él. Es hijo de Troy Austin y Johannah Poulston. Pero ella se separó de él cuando Louis era joven y ahora sus hijos tienen el apellido de su padrastro: Tomlinson.

-Ahh. One Direction parece interesante. Esta tarde, si papá no está trabajando en la computadora, mirare esos videos de las escaleras que dijiste.

-¿Los Videos Diarios?

-Sí, esos.

-Me complace anunciarte que te estas convirtiendo en Directioner –le dijo a su mejor amiga con una gran sonrisa.

-¿Cómo puedes saber eso?

-Te interesó One Direction desde que te lo conté hace unos momentos y ahora quieres ver sus videos. Te estas convirtiendo en una Directioner, pequeña saltamontes.

Zoe se rio.

-Oye dijiste algo sobre las Directionators que no te alcance a entender. ¿Qué es una Directionator?

-Una o un Directionator es una persona que supuestamente ama a la banda y sabe todo sobre ellos y no le gusta verlos sufrir. MENTIRA. Cuando dicen amar a la banda en realidad solo aman al o los que les parecen más lindos. Las Nators son falsas Directioners que no saben nada sobre los chicos y no los aman a todos.

-Aah, creo que ya las odio.

-Muy bien, pequeño saltamontes, sigue así –le dijo guiñándole un ojo. Su amiga rio de nuevo.

(Zoe)

Olly seguía hablando sobre One Direction pero ella ya no lo escuchaba. No porque no le interesara el tema, sino porque percibió las miradas de varios estudiantes dirigidas a ellos. Algunos los observaban con desprecio, otros los miraban y cuchicheaban, otros los veían con expresión de asco, otros, con temor. Casi todos en la cafetería los estaban mirando de mala manera, como todos los días.

Volvió su vista a Olly y le dijo:

-Un segundo, Olly.

-¿Qué pasa?

Pero ella no le respondió. En lugar de eso, dio un golpe con la palma de su mano en la mesa y se levantó furiosa de su silla. Con la misma furia, exclamó:

-¡¿Se puede saber qué mierda miran?! ¡¿Acaso no tienen una vida propia?!

Los estudiantes, al instante, apartaron la mirada de ellos. Zoe volvió a sentarse de mala gana, murmurando insultos.

-¿Sabes? Si sigues rugiéndoles así nunca tendrán interés en juntarse con nosotros –le informó Olly.

-¡Nos miran como si fuéramos basura, Oliver! ¡Como si no mereciéramos respirar el mismo aire que ellos! –exclamó, sin importarle que otra persona la escuchara.

-Baja la voz, van a oírte…

-¡Pues que me oigan! ¡Que se den cuenta la clase de mierda que son! ¡¿Acaso crees que me importa lo que piensen estos chetos idiotas?!

-¡Tal vez a ti no pero a mí sí!

-¡Pues no debería!

-¡Ya! ¿Quieres calmarte, por favor? Recuerda lo que pasó la última vez que te enojaste tanto. No quiero que vuelvan a castigarte por romperle la nariz a un estudiante.

-¡Pero ahora no le pegué a nadie…!

-…todavía.

Zoe bufó y se llevó una mano a la cara. Unos segundos después dijo, de mala gana:

-Está bien, me calmaré, o al menos lo intentaré.

-Más te vale. Vamos o llegaremos tarde a clase –dijo Olly cuando tocó la campana.

(Olly)

Estaba preocupado. La última vez que Zoe se había enojado tanto, hace tres meses, le habían dado una semana de castigo en la escuela lavando a mano las toallas sudadas del equipo de fútbol. Pero, además de eso, sus padres la habían enviado a otra ciudad durante un mes para que asistiera a un psicólogo profesional y puediera tratar sus problemas de ira.

Durante ese mes se quedó con sus tías, que no eran muy agradables que digamos. Volvió al terminar el mes y Olly la ayudó a ponerse al día con la escuela. Y aunque había vuelto debía seguir con sus sesiones allí, en Londres, con una psicóloga profesional.

Zoe no era mala, todo lo contrario. Era una gran persona y una excelente amiga, pero lo mejor era no provocarla.

Cuando dijo “Recuerda lo que pasó la última vez que te enojaste tanto…” omitió la parte del viaje porque a ninguno de los dos les gustaba hablar del tema. Si podían evitarlo, lo evitaban.

Olly no quería que esto volviera a pasar. Primero: extrañaba demasiado a su mejor amiga.

Segundo: sin Zoe, debía enfrentar sólo la secundaria. Era como un soldado sólo y sin refuerzos en medio de una guerra en Vietnam.

Al salir de la escuela, acompañó a Zoe a casa y luego se fue lo más rápido posible a la suya para evitar tropezar con personas indeseables.

Al llegar a casa, se encerró en su habitación. Su madre estaba hablando por teléfono en el living rodeada de montones de papeles del trabajo. Si él o alguien osaba interrumpirla mientras trabajaba o revisaba asuntos del trabajo, su madre se convertiría en una versión humana de Godzila.

Se puso cómodo y se tiró sobre su cama con los auriculares, escuchando One Direction. Cerró los ojos y se relajó. Comenzó a soñar con el momento en que por fin los conociera. Qué le dirían, qué les diría, si sería capaz de pedirles un autógrafo y una foto antes de desmayarse…

Su sueño se vio interrumpido cuando su hermana le quitó un auricular del oído. Él, sobresaltado, se controló para no decir ninguna grosería a su hermana por haberlo asustado.

-¿Qué quieres, Lizzie? –dijo, volviéndose a acostar.

-¿Quién es él? –le preguntó su hermana, mostrándole una foto.

La foto era de hace mucho tiempo, cuando Lizzie era una bebé de tan solo unos meses y Olly solo tenía tres años. En la imagen se veían a cuatro personas sonrientes. Su madre se veía más joven y relajada, muy enamorada del hombre que un año después los abandonó. Este hombre, joven y de buen porte, con una gran sonrisa en su rostro, sostenía a Olly sobre sus hombros mientras que la mujer a su lado acunaba a Lizzie en sus brazos.

Olly sintió crecer en su interior una profunda ira… más bien, sintió despertar una ira que hace muchos años venía creciendo y desarrollándose en lo más profundo de su ser. Una ira que él se esforzó por lograr dormir y que hoy, finalmente, había despertado.

Apretó los puños, intentando controlarse para no romper algo. Miró a su hermana y dijo:

-Es nuestro padre.

Casualidad, hermosa casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora