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Dos días después de sufrir la parada, desperté en la UCI. Una de las enfermeras se percató de que estaba despierto y avisó al médico de guardia. Enseguida apareció un hombre, unos años mayor que yo.
Me explicó la causa de lo que había pasado. Lo más posible fue que sufrí un shock anafiláctico porque se equivocaron en un gotero que no era para mí y, por lo visto, soy alérgico a ese tipo de medicamentos.

Por un momento pensé que estaba realmente muerto, no sé cómo explicarlo pero es lo que sentí. Pero era triste... El aire a mi alrededor lo notaba viciado y denso. Era angustioso. Nada agradable, además estaba solo, en ninguna parte.
Pasó un día y empecé a recordar lo que había pasado en el rato de antes de perder el conocimiento total. Recordé a Luffy, estábamos discutiendo en la habitación, pero no recuerdo de qué. Crocus me visitó de nuevo.
- Crocus, ¿y Luffy? - Le pregunté al instante.
- Tu compañero... Ya le dieron el alta, al día siguiente. Estaba feliz como unas castañuelas. ¿Por qué? ¿Le has cogido cariño?
- No, por favor... No...
- Hm... Lo que tú digas, Law. Los jóvenes ahora parece que no os aclaráis... Esta tarde te subimos a planta y mañana... Fiesta... Por favor, deja de hacerlo. Te lo pido por favor. Piénsalo de esta manera, si has sobrevivido hasta ahora, será porque el futuro te guarda algo mejor. ¿Por qué tirar eso por la borda en un segundo? Piensa sobre ello.

Como había dicho, por la tarde me subieron a planta, a una habitación individual. Pasé el día despierto, al igual que la noche. Pensé sobre lo que me dijo, le daba vueltas de una manera y de otra, sin llegar a nada. Llegó la mañana, me dieron el alta y me fui con un profundo sentimiento de indiferencia, miraba desde la calle el hospital y era como si no hubiera pasado nunca por allí.
Regresé a casa, de nuevo todas las sensaciones de siempre: aburridas calles, la angustia de volver a una casa vacía, miedo por si esta vez han entrado a robar. Paranoias mías, productos de la depresión. Ridículo, estúpido, sinsentido... Monótono. Ah...
En mi casa no había nadie, olía a cerrado y a sangre. Tiré las sábanas sin pensarlo, abrí ventanas para airear mi pequeño piso... Aburrido, silencioso, triste... Creo que sí, le había cogido cariño a ese chico. Al tonto y feliz ignorante... Y lo mandé a la mierda sin razón. Solo tenía envidia, de su forma de ser, tan abierto y de tener personas que se preocupasen por mí. Solo una persona, era suficiente para mí. No pude conmigo mismo. ¿Por qué no puedo cambiarme, mi comportamiento? ¿Por qué comencé a haceme daño sin razón?
Fui ciego de rabia al baño y llené la bañera con agua caliente. No puedo más. Me miré en el espejo: estaba demacrado, un color de piel enfermizo, unas ojeras que se comían mis ojos. ¡No puedo más! Agarré con fuerza el cuchillo sobre el lavabo y presioné en mi piel. Dolió más de lo normal. Se me rasgaban los ojos, ¿por qué ahora? La otra muñeca fue más rápido.
Volví a la bañera y metí los brazos. El agua se tiñó rápido de color rojo. Esta era la buena. Sin acobardarme, sin ambulancias, sin drogas. Me mareé y caí al suelo. Empecé a llorar como un niño, recordar que nada que lo hice en ningún momento era útil. Me concentré tanto en decirme que fuese yo mismo. Tantas veces, que acabé siendo un suicida. Ahora tenía tanto miedo... Me estaba desangrado y nadie se enteraría... Intenté reincorporarme y poder apoyarme en el borde de la bañera. En el agua se mezclaban tanto sangre como lágrimas. Cada vez más cansado,  ahora costaba mantenerse despierto. ¿Cómo de rápido se pierde sangre así?... No sé...
Qué importa... Ah...
Que mareo...


- ¡Law! ¡Dónde estás! ... ¿Ah? ¡Law! Eh, Law. No. ¡No! - "Aún respira" - Por favor, aguanta un poco. Solo un poco. Por favor...

El arte de morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora