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Abrí los ojos lentamente y parpadeé varias veces. Todo daba vueltas. Estaba en una habitación pequeña, una habitación de hospital, por enésima vez. Aún no me situaba. Miré a mi derecha. Luffy me agarran la mano con fuerza, pero parecía dormido. Poco a poco iba despertando... Luffy... ¿Luffy? ¡¿Qué?!
Movió la cabeza y se me quedó mirando como si esperase a algo, hasta que reaccionó de verdad y pegó un salto hacia atrás.
Retiré la mascarilla que llevaba y sonreí, me salió sola. Luffy empezó a llorar, se echó las manos a la cabeza. No lo entendí, y me contagió las lágrimas. Corrían imparables por mi cara. Se acercó a mi y me abrazó con fuerza. ¿De qué eran esas lágrimas? ¿Dolor? No, más bien de alegría. Alegría, ¿eh? Por fin lo comprendí.

- Law... ¡Law!... - La congoja no le dejaba ni hablar. - Por qué lo hiciste de nuevo... ¡Law!
Me miró directamente a los ojos, con esa expresión de dolor y enfado que me destrozó por dentro.
- Yo... - Mi voz... Sonaba afónico... - Lo, hice por ti. Tú fuiste el último error que tuve.
- ¿Por qué fui un error?
- Porque eres la única persona que se ha preocupado por mí desde hacía tanto tiempo que no sabía cómo tratarte. Y te mandé a la mierda sin llevar la razón... - Se reiniciaron mis sentimientos de culpa. - Tengo un problema, ¿sabes? Y no sé cómo arreglarlo... - Por primera vez lo admití abiertamente y era mucho más doloroso que todo lo demás. - Luffy, lo siento, muchísimo. Perdóname. Por favor...
- Estúpido Torao. Claro que te perdono. ¿Pensabas irte sin disculparte?... Quién es el tonto ahora...
Con tanto escándalo que armamos, llamó la atención de los encargados y vinieron al poco. Nos encontraron abrazados, llorando a mares y no dijeron nada. Nos dejaron solos.
Tardamos un poco en tranquilizarnos.
- Fui a hablar con Crocus de lo que había pasado. Me dijo que ya te habían dado el alta. Te pedí si podía darme tu dirección, quería hablar contigo. Quería disculparme yo también. - Confesó apenado. - Pensé que mi culpa fue que te restregué que mis amigos vinieron y eso...
- Esa era una de las razones por las que me enfadé, pero conmigo mismo... Tenía. Tengo, envidia de ti. Solo quiero a alguien con quien hablar... Y que me entienda.
Sujetó mi cara con ambas manos y me besó.
- Yo también quiero a alguien que me entienda. Quiero a alguien como tú. - Me quedé boquiabierto y con el corazón conmocionado.
- Pero...
- Sé que los dos somos hombres, y qué. Dos hombres se pueden querer también...
- Pero yo no tengo esos sentimientos, hacia ti.
- Lo sé, pero si así puedo evitar que te vayas de mi lado, haré lo imposible. - Se quedó en silencio unos segundos y añadió: - Cuando desperté aquí, en el hospital, recordaba todo lo que había pasado con mi hermano. También se me pasó por la cabeza el quitarme la vida.
- Y qué hiciste...
- Llegué a la conclusión de que: morir, es un arte. Pero vivir es una obra magna. Cuanto más complicado se hace el vivir, más hermosa es esa obra de arte.
- Cómo has llegado a esa...
- Law, ¿quieres continuar este trabajo junto a mí? ¿Hasta el final?
- Me encantaría, Luffy...

Me abracé con fuerza a él y nos quedamos en silencio. No era necesario añadir nada más. Ambos encontramos en el otro una mano amiga en la que apoyarse, un hombro en el que llorar; un amigo y compañero que no te dejaría en la estacada. 

Nunca más me he vuelto a sentir solo y nunca más se me ha vuelto a ocurrir quitarme la vida. Yo también llegué a mi propia conclusión: si hubiese muerto entonces, me habría encontrado con mis padres... ¿y? Qué le habría contado, nada, porque no hice nada con mi vida: no había estudiado nada, nunca me habría sacado el permiso de conducir, tampoco habría sabido qué es enamorarse de alguien con tanta fuerza que hasta te duela... No habría hecho nada de lo que he hecho hasta este momento manteniéndome vivo. 

Me alegro de haber superado ese gran bache de mi vida, y me gustaría que todo el mundo que lo sufre, pudiera salvarlo también.


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Pues aquí se acaba. Gracias por leer esta historia hasta el final. Ya sé que la moraleja es un poco simple pero es la realidad. 

Si conoces a alguien que sufre con problemas como el suicidio, apóyale, nunca lo dejes solo y cuéntaselo a alguien que le pueda ayudar también. Un pequeño despiste en estos casos puede ser fatal.

El arte de morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora