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Dulce Espinoza

Christopher Uckermann

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Christopher Uckermann

A pesar de lo temprano que había decidido emprender mi camino, el aeropuerto de Paris, desbordaba de gente y algarabía, me fije que ya todos los pasajeros estaban preparados al igual que yo, eran muy pocos lo que se aseguraban de que su equipaje e...

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A pesar de lo temprano que había decidido emprender mi camino, el aeropuerto de Paris, desbordaba de gente y algarabía, me fije que ya todos los pasajeros estaban preparados al igual que yo, eran muy pocos lo que se aseguraban de que su equipaje estaba totalmente adecuado, note como los niños corrían de un lado a otro ansiosos por subir al avión, creo que estaban lleno de excitación, tal vez algunos estaban igual que yo nerviosos por ser su primer vuelo y no era que me asustaran los aviones, solo que sabia que cuando el artefacto despegara no había vuelta atrás.

Oí en los altavoces, la ultima llamada para abordar el avión, advirtiendo que el mismo partiría en pocos minutos y diciendo que todos los que tuvieran sus boletos se dirigiera a la cabina indicada para emprender
El Doctor Rubén Fernández y su esposa estaban inquietos a ese ambiente tan distinguido y quien ¡no! Yo estaba aterrada, luego de haber estado prácticamente en cuatros paredes, todo me parecía fuera de lugar y desigual a mi manera de vivir, ellos estaban allí acompañándome para darme la despedida.

Mi ropa contrastaba fuertemente con cualquier mortal que estuviera a mi lado, aunque estaba limpia y bien arreglada, mi indumentaria estaba desgastada, llevaba un sencillo vestido azul corto y un chal para abrigarme, pero según Rebbeca mi vestimenta no opacaba mi belleza y gracia. Se que lo dice solo para que no me sienta mal, porque sin lugar a dudas estoy conciente de lo pequeña y delgada que soy.
- Debo abordar el Avión – sonreí a doctor y su esposa- ya es esta la ultima llamada, hay demasiado frío para que sigan aquí sin ninguna razón – tome las manos de Rebbeca y intercale las miraba con ambos, ¡por Dios como los iba a extrañar! - ¿Cómo podré agradecerles todo lo que han hecho por mi?
- no hemos hecho nada importante – dijo Rebbeca – además, vas en el mas barato, cuando podrías ir en primera clase como te lo mereces-
- ya han hecho mucho por mi, me han prestado suficiente como para que me permita lujos innecesarios
- ¿Prestado? Hay Dulce, sabes que no lo es.
- si lo es, y cuando llegue a mi destino, juro que le enviare el dinero, cada centavo es una promesa
- que promesa y que nada, promesa es que la vas hacerme ahora, prométeme ¿que vas a llamar cuando llegues a America?
- Lo juro, - le sonreí y le di un beso en la mejilla
- todavía no es demasiado tarde para cambiar de planes, ¿sabes? – Dijo el Doctor mientras me tomaba una mano entre las suyas – vuelve a la casa y mientras desayunas con rebbe, yo envío esa carta a la embajada para localizarlo, seguro nos llega una respuesta esta misma semana.
- no, señor Rubén, no puedo esperar, debo ir

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