Capítulo 2.

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Estaba hecha una furia cuando montó en el coche, cosa que no le gustaba nada. Siempre intentaba estar tranquila mientras conducía, y evitar toda distracción. Ya era bastante distraída como para añadirle más peligro.

Así que, como siempre, estuviera o no estresada, le dio al play a un álbum de Beyoncé, y cantó en voz baja la letra de las canciones para eliminar de su cabeza a ese irritante ser, y a todos los que se había encontrado antes que él.

Llegó a casa de su madre para las diez de la noche, y aparcó frente al portal para esperar a que su hermana bajara. Le mandó un mensaje por su móvil, avisándola, y mientras llegaba, revisó otros de algunos grupos a los que no prestaba mucha atención.

Por fin apareció la silueta de su hermana menor por la puerta. Bueno, decía menor, porque tenía cuatro años menos que ella, pero físicamente las habían confundido más de una vez con mellizas. A diferencia de ella, tenía el pelo negro y liso, con las famosas californianas en las puntas del cabello, que rondaban su cintura. Era alta, tanto como ella, pero con un gusto mucho mejor para la moda.

Abrió la boca para saludarla cuando se sentó dentro del coche, pero no la dejó hablar.

-Antes de que me cuentes lo probablemente asombrosa que ha sido tu tarde –dijo la menor, burlándose de ella. Bueno, para Elisabeth, la tarde había sido de todo menos asombrosa-, te recuerdo que mañana tienes la reunión con mi tutor porque mamá no pude ir.

Elisabeth asintió mientras arrancaba.

-Es verdad. Era a las nueve, ¿no?

-Sí –respondió Violet, peleándose con el cinturón, que se había quedado atrapado como siempre. Resopló, lo dejó volver a su posición inicial, y luego tiró de él, deslizándose ahora sin ningún problema. Le lanzó una cara de pocos amigos-. En fin, ¿qué tal el día? ¿Tienes el trabajo?

Elisabeth puso los ojos en blanco al principio, pero luego una sonrisa se extendió en su rostro. Al salir de la reunión más horrorosa de toda su vida, y tras haber dado mil vueltas pensando qué decir cuando llamara a ese número, o qué parte de sí misma sacar si le hacían una entrevista improvisada, llamó.

-Mañana a las doce tengo la entrevista, pero parece que se llevan bien con mi exjefa, así que confío en que me cojan. Me da tiempo después de la tutoría a llegar allí –explicó, sin dejar de prestar atención a la carretera-. Y bueno, lo de esta tarde no ha sido normal –explicó, volviendo a generar un nudo en su estómago-. Se han juntado todos los padres con ideas radicales.

-¿Cómo ha podido surgir una conversación sobre temas radicales si es una tutoría de niños de tres años? –Preguntó Violet.

Elisabeth negó con la cabeza. Aunque lo había vivido en primera persona, aún no podía creerlo. Pasó unas cuantas calles, y fueron a una pizzería cercana, donde servían unas pizzas realmente personalizables, el único sitio donde habrían podido mezclar nachos con queso de cabra y piña. Mientras esperaban la cena, Elisabeth se desahogó como no había hecho hacía mucho tiempo.

-De verdad, no puedo creer que exista una persona tan maleducada. Y lo peor es que tenía razón. Cómo he podido caer tan bajo como para seguirle el juego...-dijo, apoyando la frente sobre las llegas de sus dedos-. Me ha menospreciado desde que ha entrado por la puerta, y solo porque soy joven. Pero ha demostrado que no se equivocaba.

Violet apretó los labios.

-Eres una persona. Todo el mundo tiene derecho a cabrearse con un imbécil en algún momento –dijo ella, girando la lata de Coca-Cola entre sus dedos-. No lo vas a ver más, asegúrate de no necesitar otra tutoría en este mes y ya está.

Something HappensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora