-¿Qué?
Elisabeth no podía creer lo que estaba oyendo. Casi estaba estrujando el bolso entre sus delgados dedos mientras miraba a la mujer para la que había trabajado todos estos años. En su rostro había una profunda línea de preocupación entre sus cejas, a pesar de que sus labios mostraban una tirante sonrisa. Ella tampoco disfrutaba con eso.
-No puedo mantenerte, Elise –suspiró, tendiéndole un puñado de papeles que para la muchacha no tenía ningún sentido.
Se había esforzado al máximo, no había faltado ningún día a no ser que hubiese sido una extrema urgencia, lo había acompasado a la perfección con sus estudios, no podía comprender qué había hecho mal.
-Pero... Señora Taylor... -balbuceó la joven, intentando hallar las palabras adecuadas en un saco gigantesco de estupideces sin sentido. Hizo un intento de recoger los cabellos rebeldes del moño bajo en el que siempre llevaba anudado el pelo mientras buscaba un discurso lo bastante petulante como para evitar ese innecesario despido-. No lo comprendo, llevo trabajando para usted más de cinco años, y creo que no he hecho nada mal en este tiempo. Sabe que necesito ese dinero, no puede dejarme...
-Lo sé, por eso mismo te he acogido tanto tiempo. Eres mi mejor cocinera, pero no puedo tenerte en una jornada tan disminuida. He permitido que estuvieses las últimas horas de la merienda y la cena, porque estabas con la carrera y no tenías más tiempo, pero ahora tampoco puedes ayudarme por las tardes, y yo necesito a un cocinero a jornada completa. Lo siento mucho.
Elisabeth se estrujó las manos. No sabía qué haría ahora. Desde el verano anterior al último curso de instituto, y durante toda la carrera, había estado en aquel bar trabajando en las cocinas. Se había mudado con su madre y su hermana desde Inglaterra porque su padre se había aburrido de esa familia y había decidido crear otra. Evidentemente no dijo nada hasta que su hermana lo descubrió, y entonces emprendieron una nueva vida.
No obstante, no habían tenido demasiado éxito. Su madre no había logrado acceder a un trabajo que pudiese mantener a las tres, y menos aún la carrera. Por tanto, Elisabeth había empezado a trabajar, obviando las vacaciones y los días festivos, para adquirir lo suficiente para vivir de alquiler en un minúsculo apartamento en un barrio bastante decente y hacer a la vez una contribución a su madre.
Pensó que al acabar sus estudios, tendría más tiempo para trabajar en la cocina, pero su trabajo de profesora de infantil recién obtenido unos meses atrás ocupaba sus tardes enteras, por lo que solo asistía al bar durante la cena. En parte comprendía que su jefa quisiera largarla del puesto de trabajo, pero no quería creerlo.Cerró los ojos con fuerza. Su hermana empezaría la universidad el curso siguiente, y el sueldo que tenía cuando actuaba con su banda en los distintos antros para jóvenes era demasiado miserable.
-Está bien –dijo Elisabeth, poniéndose en pie, y estirando su falsa sonrisa, más que por deshacer alguna arruga, por parecer natural y no mostrar lo afectada que estaba-. Muchas gracias por lo que ha hecho por mí durante este tiempo. Me alegra haber tratado con usted.
La señora Taylor la imitó y se acercó a ella, dándole un fuerte abrazo con una sonrisa tan ancha que le hacía surgir más arrugas de las que debería tener para su edad. Acto seguido, le tendió los papeles que Elisabeth debía firmar para asegurar el fin del contrato. Lo hizo, dejando su elegante firma en tinta negra sobre el recuadro marcado, mientras su jefa la rodeaba.
-Te voy a recomendar en un restaurante cuyos jefes conozco. Es más bien nocturno, por lo que probablemente acepten a alguien en tus condiciones –escribió una dirección en un pequeño papel que tenía sobre una libreta, y apuntó al final, rápidamente, un par de números de teléfono que había tenido que confirmar mirando en su teléfono móvil-. Espero que tengas suerte.
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Something Happens
RomanceElisabeth, una joven pelirroja, una inglesa en plena ciudad de Nueva York, una muchacha ambiciosa, dedicada, torpe y cabezota. Una obsesa del control, aunque nunca se definiría así. Una mente madura e inteligente, encerrada en un cuerpo de veintidós...