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LUNES

6://JOSH

MIENTRAS presiono el tubo de pasta dentífrica, oigo que se cierra la puerta del coche de Emma y

el motor arranca. Esta mañana, al despertarme, me he planteado pedirle que me llevara para que

pudiéramos hablar, pero es mejor que siga manteniendo las distancias. El rechazo siempre duele,

pero, si viene de tu mejor amiga, es lo peor.

Emma apaga el motor del coche. Miro por la ventana. Está volviendo a casa. La ventana de su

dormitorio queda frente a mi baño, en la primera planta, por eso puedo verla sacando del armario el

estuche de su saxo. De pequeño, solía escribirle notas con rotulador y sujetarlas contra el cristal para

que ella las leyera con sus prismáticos de color rosa. Conservo ese estuche de rotuladores en mi

escritorio, pero estoy seguro de que vendió sus prismáticos en alguno de los mercadillos que los

Nelson siempre están organizando en el jardín.

Me enjuago, escupo y oigo que Emma vuelve a encender el motor. Unos segundos después, se

para. En esta ocasión, cierra de un portazo. Me sabe mal por Emma, pero no puedo evitar reírme.

Está convencida de que lo que vimos en el ordenador será su vida dentro de quince años. Aunque me

gustaría creer que es posible, uno de los dos tiene que mostrarse escéptico.

Cierro el grifo y miro hacia fuera. Emma ha abierto el maletero y lanza sus zapatillas deportivas

plateadas sobre el estuche del saxo. Cierra el maletero con fuerza, pero este se abre de golpe tan

pronto ella se aleja.

Golpeo con los nudillos la ventanilla del asiento de al lado.

-¿Me llevas?

Ella alarga el brazo y retira el seguro de la puerta. Bajo la cabeza para entrar, cosa que no tenía

que hacer cuando Emma se sacó el carnet. Me coloco el monopatín entre las rodillas y encajo el

cinturón de seguridad en el cierre.

Emma da marcha atrás.

-Gracias por venir.

-¿Una mala noche?

Emma asiente.

-Hoy no estoy de humor para enfrentarme a ciertas personas.

Me pregunto si se referirá a Graham. Su taquilla está junto a la mía, y por eso puedo ver cómo

somete a Emma a una sesión de toqueteos cada mañana.

Cosa que me alegra muchísimo.

-¿Quieres que nos pasemos por Sunshine Donuts? -pregunto.

Emma pone el intermitente.

-Por supuesto.

Unos dos kilómetros después del parque Wagner, Emma se detiene junto a una máquina con

altavoz de color naranja y pide un café con leche y azúcar y un donut de canela para ella. Yo pido un

donut glaseado y leche con chocolate.

-No lo entiendo -dice Emma mientras avanza. Todavía faltan dos coches para llegar a la

ventanilla de recogida-. ¿Cómo ha podido pasarme algo así?

tu  y yo aquí, ahora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora