2021

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20://JOSH

DESPUÉS de pasar lista, la señora Tuttle nos hace salir al pasillo y nos lleva al auditorio, donde

nos reuniremos con otros alumnos de Igualdad en el escenario. Sea lo que sea lo que vamos a hacer,

ese es el único espacio lo bastante grande para todos.

En el otro extremo del pasillo está la doble puerta que da al teatro. La clase del señor Fritz ya se

está llenando. Recuerdo el consejo de David sobre no dejar pasar el momento, y me apresuro para

alcanzar a Sydney Mills. Cuando me acerco a ella, su aroma de coco inunda todo mi ser, y pienso en

bronceadores y en biquinis. ¡Y en Waikiki! Quiero decir, Acapulco.

No quiero forzar el momento, pero necesito hablar con ella una vez al menos, para quitármelo de

encima. Si no, seguiré sufriendo pensando en cuándo me reconocerá. Ayer sin ir más lejos, ni se me

habría ocurrido que pudiéramos enamorarnos. Pero después de ver esa foto de Emma en el lago, y la

de Sydney y yo con nuestros hijos, es imposible que esto sea una broma pesada.

Me deslizo junto a Sydney y recorro el pasillo a su lado. Tengo que decir algo ocurrente. Algo

que sirva para recordarle las primeras palabras que le dije. Escribiremos esas palabras en las

tarjetas del Día de San Valentín, y algún día les explicaremos la historia a nuestros nietos.

Sydney se fija en mí y sonríe. ¡Este es el momento!

-Me... me gusta el auditorio al que vamos.

¿En serio? ¿Esa es la frase que rompe el hielo y sella nuestro destino?

-Qué bien... -dice ella, y su sonrisa se apaga-, porque ahí es adonde vamos.

Para cruzar las puertas nuestra clase comprime hasta convertirse en una masa compacta de

cuerpos. Dejo que Sydney pase delante y me pongo colorado de la vergüenza. «Me gusta el auditorio

al que vamos» no aparecerá en ninguna tarjeta de San Valentín.

La otra clase está junto al escenario, con su profesor. El señor Fritz tiene sobrepeso, aunque

siempre lleva camisas de poliéster ajustadas. Al parecer, cada vez que habla de sexo, le salen unas

marcas de sudor en forma de media luna bajo las tetillas.

-Agrupémonos -dice la señora Tuttle. Se acerca al señor Fritz, y formamos un semicírculo a

su alrededor.

Sydney se coloca en un extremo del semicírculo y yo me quedo en el centro.

-Hemos venido aquí para hacer un ejercicio en grupo -explica el señor Fritz.

-Esperemos que sirva para que veáis más allá de vuestras propias vidas.

A mi lado, un chico de la otra clase susurra:

-Un dólar a que Fritz y Tuttle se lo montan en plan salvaje en la sala de profesores.

La señora Tuttle da un paso adelante.

-Hemos pensado que sería enriquecedor aprender cuántas perspectivas diferentes sobre las

relaciones existen solo entre nuestras dos clases. -La señora Tuttle pone una mano en el hombro del

tu  y yo aquí, ahora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora