Hay cosas a las que uno se acostumbra, a pesar de haber dicho en algún punto anterior no estar de acuerdo con susodichas cosas. En mi caso, una de esas cosas, era el comportamiento de mis compañeros de trabajo. Nosotros, todos hombres, trabajábamos separados por cubículos en un departamento de la empresa donde la existencia de mujeres se limitaba a una sola; y era la chica de limpieza.
Siempre estuve en contra del comportamiento machista, o innecesariamente exagerado de algunos hombres. Incluso lo censuraba en mis épocas de estudiante. Pero cuando comencé a trabajar, supe que era algo con lo que no podía luchar y algo a lo que terminé acostumbrándome. Si bien no participaba, ya ni siquiera me molestaban los temas de conversación que se daban a mi alrededor. Como dije, al ser un lugar donde no había mujeres frente a cuales cuidar el lenguaje y comportarse, era común y diario escuchar las muestras de orgullo y gloria del sexo masculino, entre otras cosas.
La chica de la limpieza, al ser considerada de una clase social más libre de prejuicios, era tratada de manera especial. Se le permitía opinar y discutir descaradamente la posición machista entre risas, la misma posición que parecía no molestarle a la hora de recibir atención o ante la inutilidad de la mayoría en mantener limpio un escritorio.
Su trabajo era estar en caso de que sucediera algo imprevisto que comprometiera la decencia del lugar, lo que se traducía en limpiar café derramado o liberar tachos de basura que amontonaban papel. La limpieza real sucedía cuando nosotros no estábamos, fuera de nuestro horario laboral.
No era linda pero aún así todos parecían estar dentro de una competencia tácita para ganarse el milagroso y deseado "sí" de parte de ella. Para con eso demostrar que, como en sus habladurías decían, eran hombres que conseguían lo que querían y las mujeres eran tales como ellos describían.
Aprendí que esto era un juego inofensivo para olvidarse un poco del trabajo y alivianar la larga estadía diaria. Porque cuando la chica tomó vacaciones y trajeron otra para reemplazarla esas dos semanas, el juego siguió con esa otra que sí estaba lejos de ser linda.
Fue un día sin previo aviso, un lunes para ser más exacto, que hubo una graciosa disconformidad unánime entre mis compañeros al encontrarse con que la chica de la limpieza no estaba. No sólo no estaba, no volvería, el chico que la reemplazaba lo confirmaba. Pero las quejas cesaron cuando cerca del medio día alguien vino a explicar que se habían tomado tales medidas ante las acusaciones de acoso que venía reiterando la chica. No se dio nombres, algunos se pusieron paranoicos, pero se declaró que sólo había un culpable quien ya había recibido un severo aviso.
En el aire se respiraba la futura muerte del acosador sin nombre ante la promesa de varios de descubrir y exponer al culpable. Algo que nunca sucedió.
Mientras tanto, la presencia del chico pasó sin pena ni gloria. Y el desinterés general de llamar por cualquier cosa a otro hombre para un favor, demostró que mis compañeros eran más que autosuficientes a la hora de mantener limpio sus metros cuadrados de espacio. El trabajo del chico terminó siendo bastante desocupado.
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El sol no sabe dejar de brillar
RomansaCon un pasado lleno de malas experiencias, Ismael no busca enamorarse ni volver a tener una relación. Su vida mantiene una rutina monótona en la que se encuentra cómodo y seguro; hasta que el destino decide algo diferente para él. De forma inesperad...