Sus ojos rojos e hinchados eran como 100 balas atravesando mi alma. No soportaba verle así. Él estaba destrozado por dentro. Aunque yo tuviera esta enfermedad, me mataba mas ver su alma. La veía por sus ojos verdes... Esos que en más de una ocasión, hicieron que perdiera la noción del tiempo y el lugar en el que me encontraba. Agarró mi mano con las dos suyas, mientras las acariciaba me miraba atentamente. Notaba su mirada perdida, triste, rota... No soportaba verle así, pero hiciera lo que hiciera, él seguía igual.
-Voy al baño un momento... -Dijo en susurro.
-Te espero. -Dije con tono de voz calmado.
Se fue y noté que mi corazón latía mas despacio. Me costaba respirar. No podía creer que este momento hubiese llegado. Llegó él y me vio. Se asustó al ver que mis latidos disminuían. Llamó a los enfermeros, y, antes de que mi corazón diera el último latido dije:
-Toma. -Le dí unas cartas.
Y pasó lo que tenía que pasar.
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Sé... que esto es muy complicado. También sé que te costará mucho superar esto. Dirás ¿superar? ¿Cómo se supone que superaré esto? Yo sé que lo harás, aunque muchas veces me dijeses que era tu pilar, que sin mi no hubieras conseguido muchas cosas. Yo sé que no es así, sé que solo conseguirás muchísimas cosas más. Quiero que tú, como el amor de mi vida, seas feliz aunque no sea conmigo. Quiero que vivas, que te la pases de fiesta hasta no poder más, quiero que vivas cada segundo de tu existencia. Aunque no me veas ni oigas, yo te estaré viendo desde el cielo azul, que muchas veces verás negro por todos aquellos obstáculos que la vida te da. Pero recuerda que todos estamos a tu lado. Por favor, vive.
Te ama, Rubén Doblas Gundersen.
La carta, se encontraba en el suelo, manchada de la sangre que caía de la muñeca de Miguel. Calló al suelo, sonriendo al saber que no tendría que estar aguantando más el sufrimiento. No más sonrisas falsas. No más cortes ocultos. No más dolor en su corazón destrozado. Sería feliz bajo tierra, al lado de Rubén.
