Introducción a no sé muy bien qué

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Entonces no había color. Cada aleteo que producía una mariposa con sus alas era causa de que el mundo se sumergiera en un amargo ambiente neutro , de modo que ningún corazón amante era capaz de latir por algún correspondido.

Aparté la mirada sin reconocer que cada minuto que miraba la luz que desprendían sus pupilas me otorgaba un poco más de vida. Aun así, aparté la mirada, y dejé que cada pinchazo que se sumergía en mi pecho a causa de no mirarle me invadiese el cuerpo entero.

Caminé entonces despacio sin mirarle, y tropecé varias veces con su recuerdo, que, para deshacerme de él debía correr sin ningún objetivo, pero correr. Pues bajo mis pies había cristales de modo que cuanto más fuerte pisaba más me dolía y cuanto más me dolía menos recordaba.

Llegué a un abismo en el que para adentrarme en él debía pagar un precio, y ese precio formaba parte de mí, ese precio habitaba en un lugar escondido en mi corazón.

Ese precio no era más que admitir que mi cabeza era capaz de continuar el camino sin la luz que aquellos ojos desprenden guiándome así allá donde voy.

Mentí. De tal modo que hoy ya no me encuentro. Estoy perdida, no sé quién soy.

Tampoco importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora