La mariposa caía delicadamente sobre la tierra luego de haber sido torturada hasta la muerte segundos después de renacer.
Isska la observaba caer, satisfecha de su trabajo. Sus ojos celestes brillaban con un aura de malicia que solo Lucifer entendía. De hecho el la observa, a toda hora, desde su ventana, en el ático de la antigua casa.
Isska solía pasar horas hablando con él. La hacia sentir como si perteneciera a algún sitio. Aunque sabia que no la quería, pero eso era lo que más le gustaba. Porque todo aquel que hubiera leído la biblia alguna vez sabría que para que Lucifer odiara a alguien tenia que ser por celos, por miedo a que le sacaran su lugar en su propio reino. Y eso hacia que ella supiera que pertenecía a algún lado, mas específicamente al Reino de Lucifer. El Infierno. Y la sola idea de visitar ese lugar le fascinaba.
Cada tanto, en sus irritantes charlas, Lucifer se ponía a lamentar sobre como estarían sus súbditos de descontrolados allí abajo, sobre como deberían dejarlo ir a calmar el submundo por un rato.
Isska no quería que el fuera, quería participar en la consecuencia. Ella quería ser la razón por la que el cielo y el infierno se enfrentaran. Deseaba con todas sus ganas ver correr la sangre dorada de los hermanos traidores de Lucifer por una tierra que ellos denominaban como el castigo.-Eres una maldita Tortura, niña- Isska sonrió.
Los lamentos de Lucifer lejos estaban de ofender a su hija. Con solo cuatro años Isska sabía con exactitud que significaba cada "halago" que le hacía su padre.
"Tortura"
A los 6 años ya todo el pueblo conocía a Isska como la "Tortura".
Todos creían que ese era el castigo que les mandaba Dios por conservar la especie demoníaca en sus casas.
Isska se pasaba por el pueblo matando los animales de las granjas, robando comida y ropa de las tiendas y lastimando a los niños ilusos que se le acercaban queriendo jugar con ella.Pero un día Isska fue enfrentada por la hermana de un niño.
Mientras ella jugaba en el bosque la otra niña se acercaba con sus dos hermanos mayores como guarda espaldas.-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué lastimaste a mi hermano? El no te había hecho nada.-las lágrimas habían comenzado a caer por las mejillas de la niña de ocho años.
"No fue mi culpa" La voz de Isska sonó vulnerable, arrepentida. Tal vez lo estaba, no lo sabia. "Lo hago sin querer" Era cierto, ella no reconocía el instante en el que necesitaba acabar con la bondad de la gente.
-Eso ya no importa.-La voz del hermano mayor hizo notar la diferencia de edades, indicaba la pubertad a quilómetros; su cuerpo delgado y largirucho y su voz gruesa.-Ahora ya no sabemos cuando despertara, si es que lo hace, y es por tu culpa.
Isska ni siquiera pestañeo cuando el cuerpo del chico se tenso y levanto su brazo izquierdo con una daga en su mano.
Los dos adolescentes, que acompañaban a su hermanita, comenzaron a temblar, el mayor dejo caer la daga con un golpe seco. Sus cuerpos se retorcían sobre el pasto mal crecido.
"Qué..." la niña de ocho años tartamudeo y la miro con furia. Tomó la daga de la tierra y la lanzó. Isska apenas si la esquivó. Su muñeca se lastimo largando un liquido amarillo brilloso, casi dorado. La impotencia se apodero de ella y sin pensarlo ni una vez se abalanzo sobre su cuerpo y le mordió el hombro, un acto tan violento que hizo que la niña de ocho años, siendo más grande que Isska, cayera al suelo de manera brusca. Su cabeza golpeo un tronco y su cuello se doblo de manera inhumana. Isska se apartó observando la sangre del cuello de la niña y sintiendo el dolor de sus encías provocado por filosos dientes que de repente le habían crecido.
Se sintió tan mal como cuando veía a su madre beber de frascos con contenido rojo. Se sintió asqueada de ella misma, un monstruo.
No se sentía culpable, se sentía rara. No le desagradaba el cadáver de la niña mirándola con ojos de dolor. Le desagradaba la sangre de su propia boca, le desagradaba el gusto dulce y exquisito que le proporcionaba la sangre fresca.
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La Tortura del Diablo
RandomCuando el primer experimento falla, los mundos se revolucionan. La guerra la creo el fuerte, el que invento el poder. Él que cuestiona es la víctima sumisa tratando de ser fuerte.