Isska no tardo en encontrar con que asesinar a Dara, la daga de aquella niña que conservo consigo parecía lo suficientemente filosa y mágica como para cumplir su misión. Era completamente plateada, tallada con escudos y cruces que Isa recordaba haber visto en algún libro de historia, tal vez sobre los caballeros templarios. Recordaba a su madre obligándola a estudiar sobre las historias de azañas religiosas de los mundanos. Sabia que cuando ella era un bebe todo era mucho más parecido a un hogar, pero a medida que Isska crecía su madre la iba abandonando.
Eliminó cualquier pensamiento que tuviera que ver con su madre dentro de su cabeza, no debía pensar en ella, al menos no ahora.
Camino a gatas sobre el crujiente suelo de madera, como si fuera un gato a punto de cazar. La daga en su mano derecha le hizo recobrar fuerza y mentalmente se reprimió por no saber como pelear. Intento recordar algo, algo que la volviera invencible, pero lo único que sabía era como clavar la daga en su pecho desde diferentes ángulos y que luego debía quemarla, y todo esto explicado una hora atrás por Lucifer.
Al entrar al cuarto de su madre sintió un escalofrío en la nuca, de esos que te avisan cuando alguien te sigue, ella los experimentaba mucho.
Cuando estuvo cerca de la polvorienta cama, sin respirar, acerco el cuchillo al cuello de su madre, la mano le temblaba.
Por un instante se puso a pensar que no importaba que pasara luego, siempre, toda su vida, recordaría esta escena; la cara de su madre dormida, sus cabellos negros esparcidos por la polvorienta almohada y sus facciones finas, y ella con una daga en su mano buscando su muerte.
Reacciono de repente, estaba decidiendo su futuro, su vida, nadie la estaba controlando. Su mano se torno firme y fuerte, con la esperanza de que sea por una buena causa clavo la daga en el costado del cuello de su madre.
Liquido negro comenzó a brotar por allí, al principio a chorros y luego a borbotones. Sus ojos se abrieron y por su boca comenzó a salir aquel líquido que escurría por su cuello, se retorció en el lugar.
Isska completamente asustada e impresionada decidió cortar aquella imagen; de un fuerte golpe, con ambas manos, clavo la daga en el lado izquierdo del pecho de su madre, donde mas liquido negro se extendió por el lugar.
La niña corrió hacia la cocina en busca de algo que hiciera fuego, pero no encontró nada. Una sombra corriendo por la obscuridad de la pequeña cocina la saco de su desesperada búsqueda. Miro para todos lado sin ver nada.-No necesitas nada de aquí. Solo concentrate. Eres hija del diablo, del ángel con el castigo de las emociones, el fuego del alma corre por tus venas. Solo concentrate. -Aquel susurró proveniente de la nada misma la hizo sentir a Isska, protegida, con las sensaciones de la seguridad y la incertidumbre a flor de piel.
Camino hasta al cadaver de su madre con cautela. Tenia miedo, sentia un pequeño cosquilleo en la nuca, de esos que te dicen que te estan siguiendo. No podia dejar de sentir que la atacarian por la espalda cuando ella menos lo esperara y eso la hacia estar alerta y nerviosa.
Al llegar al cuerpo de su madre vio que la sangre negra dejaba de caer haciendo se humo, casi como si se evaporara. Al ver eso, Iskka sintió la imperiosa necesidad de desatar a su padre de todas esas maldiciones que gobernaban en la casa, maldiciones que la atban a ella tambien.
Ante ese pensamiento sus ojos brillaron de impotencia. El mundo le parecio infinito, su vida le parecio una mierda. Respiro profundo y cerró los ojos. Pequeñas gotitas negras se asomaban por sus pestañas.
La angustia de estar encerrada, la ansiedad por no ser libre como un angel, el castigo de Dios, poder sentir cosas tan fuertes como el dolor, la vida tan insignificante como una hormiga dentro de un mundo lleno de posibilidades.
Sintió como de repente como algo en su cabeza cambiaba. La vida no era nada más que vida, finita y sin sentido. Se sintió tan impotente, furiosa de que su madre le haya quitado tanto de vida. Recordó muchas cosas, dolorosas pero placenteras.
Al abrir los ojos vio como la habitación se incendiaba. El cuerpo de su madre ya no se veía. Todo era fuego a su alrededor. Excepto Lucifer. El la observaba con cautela mientras sonreía.
Ya no había cadenas ni moratones. Estaba tan impecable como debió de haberlo estado junto a Dios.
Lucifer levanto los brazos como si fuera Jesús siendo crucificado, fuego azul y verde se desplegó de ellos, completamente diferente al fuego natural que incineraba el lugar. Dio media vuelta sobre su torso y desapareció en una llamarada.***
Hacía días que Iska se escondía de la vida. Una semana en la que lo único que hacía era recorrer el bosque, sola, con frío y hambre. Temerosa de volver.
Lo último que había escuchado antes de correr hacia la luz habían sido gritos. Por todos lados lo único que se escuchaban eran gritos y explosiones. Como una cobarde Iska había atravesado el suelo crujiente de madera mientras el fuego de la casa le habría el paso, para salir al bosque, los indicios de la niña que había matado horas atrás seguían ahí.
Se sintió un monstruo.
Siguió corriendo tratando de olvidar todo, corrió hasta no escuchar nada. Pero las horas pasaban tan rápido que parecía un reloj de arena cayendo sobre su cabeza. Siguió caminando hasta encontrar un árbol lo suficientemente grande para hacerse un lugar es sus ramas y dormir.***
No se dio cuenta, hasta lo que ella creía que fueron 8 días después de la muerte de su madre, de como su cuerpo había cambiado tanto. De repente levanto sus manos y sus uñas estaban largas y puntiagudas, su vestido le quedaba demasiado chico. Sus piernas se veían muchos mas largas y estilizadas y sus senos habían aparecido.
Isska deseaba que Lucifer estuviera aquí para explicarle esto. Todo se veía demasiado chico desde su lugar.
Comenzó a llorar. Estaba sola, en un bosque, con hambre y frío. Manchada de sangre que no recordaba de donde había salido. Ahora ni siquiera le entraba la poca ropa que llevaba y sentía frío por otras partes del cuerpo de las que de repente tenía conciencia.-Tenemos que volver.-una voz gruesa y seductora, varonil, interrumpió sus lamentos.
Hacía horas que Isska estaba llorando y ni siquiera se había detenido a mirar su alrededor en ese tiempo.
Estaba parado a un costado de un árbol, a sólo un par de metros de ella. Lo miró a los ojos tratando de entender.
Lo reconoció, era el niño que la había ayudado en el bosque, aquella tarde que probó sangre por primera vez. Pero ya no era un niño. Era un jovencito, había crecido demasiado. Su cuerpo estaba cubierto por un traje negro con camisa Blanca. Hasta parecía un adulto, uno de esos hombres del pueblo que tenían casas grandes y empleados.
Sus ojos grises le traspasaron la piel haciendo que se estremezca.
Lentamente se acercó a ella y posando sus brazos debajo de los de ella la mantuvo en pie. Suspiró y miró para otro lado cuando levantó su vestido que le quedaba por las caderas. Lo subió hasta el torso y lo rompió.
Isska se sorprendió tanto que no supo como moverse. Se sacó su chaqueta y se la obligó a ponérsela, todo en silencio.
La tomó de la mano y se la llevó por el sendero que conducía a su casa.
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La Tortura del Diablo
RastgeleCuando el primer experimento falla, los mundos se revolucionan. La guerra la creo el fuerte, el que invento el poder. Él que cuestiona es la víctima sumisa tratando de ser fuerte.