capitulo 1:

24 1 0
                                    

Un largo día de escuela, de tener lengua, matemáticas, biología, historia, en fin, de tener todo ese torbellino de materias que estamos obligados a estudiar para poder ser alguien en la vida. Al salir estuve recorriendo el centro de la ciudad de Brooklyn, pasando por parques, tiendas y bares donde la gente hacia las cosas cotidianas de sus vidas, para poder llegar a mi casa. La misma era de un color crema, con los marcos de las ventanas marrón oscuro, lo que hacía que resaltaran, en la entrada se encontraba la puerta principal con unos pocos escalones en la entrada hechas de madera, ya que a mi madre le encantan esos pequeños detalles en madera. Era una casa bastante modesta, si la podemos llamar así, no era tan extravagante e impotente como las demás casas del barrio, la nuestra solo contaba con dos pisos y un pequeño parque en la entrada donde estaba decorada con todo tipo de flores, otro de los gustos de mama. Al entrar se encontraba el recibidor donde había un perchero para colgar los abrigos o los sombreros que papa solía usar a diario. En la sala principal se encontraban los sillones de cuero blanco perfectamente colocados contra la pared haciendo un circulo donde en el centro se encontraba una pequeño mesa ratonera con un fino marco de porcelana, donde se encontraban vasijas de diferentes tamaños y diseños. En la parte superior de la sal se encontraban otro juego de sillones del mismo color que los del recibidor y frente a ellos un plasma de cuarenta y dos pulgadas que colgaba de la pared.

El entrar en la cocina un olor a condimentos y carnes me invadió, dejándome llevar por ese embriagador aroma, me acerque a mi madre que en esos momentos estaba cocinando una rica cena para nosotros.

- Hola cariño. ¿Como te fue en la escuela?, pregunto mi madre en cuanto me vio acercarme a ella

- Hola mama, bien, lo mismo de siempre.- Le dije mientras abría la heladera para sacar una botella de agua.

- me alegro cielo.- dijo mientras pasaba por mi lado para sacar unas verduras de la heladera. Deje mi botella de agua a media terminar sobre la misada y me retire a mi habitación. En el camino iba revisando mi teléfono por si no tenía ningún mensaje de Lucy quien siempre estaba planeando salir de compras o ir al cine junto con Bill. Ellos son mis mejores amigos los conozco desde tengo ocho años y el hecho de que vallamos a la misma escuela y que seamos prácticamente vecinos, nos permite pasar la mayor parte del tiempo juntos.

Mientras subía las escaleras oí unos gritos provenientes de mi hermano pequeño, Facundo, y mi padre, quienes siempre discutían sobre las malas calificaciones que tenia en la escuela o por las travesuras que siempre hacia, pero claro que no se podía esperar menor si en lo único que el piensa es en jugar, también era de entender, yo recuerdo que a su edad, con los diez años recién cumplidos, me juntaba con Lucy y Bill para gastarle bromas a los vecinos o correr al centro de la ciudad para comprar dulces en un quiosco. Sonreí al evocar esos viejos recuerdos.

Al llegar a mi cuarto dejé la mochila que colgaba sobre mi hombro al lado del pequeño tacho de basura, que siempre estaba lleno por los intentos de dibujo que siempre terminaban en fracaso. Mi dirigí a la cama cubierta por un acolchado suave de color verde claro con unos almohadones de unos tonos de verde mas oscuros, al acostarme en ella y sentir la suavidad del acolchado contra mi piel, todo el estrés que había acumulado durante el día, se fue de inmediato, olvidando los nervios de las lecciones, los discursos, las tareas y los próximos exámenes. Por unos minutos sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo y flotaba en una nube sube y esponjosa, llena de tranquilidad y paz, donde no quería bajar, pero por desgracia el mundo sigue allí abajo y por más que uno a veces quiera desaparecer de el por unos minutos, hay que seguir con la vida, sino ¿Qué sería de nosotros? Nada raro, el mundo seguiría girando sin nosotros y solo los que nos conocen notarían nuestra ausencia.

Cuando volví de mi pequeña ensoñación, escuche a mi mama que nos estaba llamando a comer. Con las pocas fuerzas que me quedaban del día me dirigí al comer para poder comer y al fin terminar este día tan agotador, donde me llenaron de lecciones y trabajos para presentar. En el camino me encontré a Facu quien paso como una flecha al lado mío sacándome la lengua y sonriendo, como extrañaba tener esa edad en donde las energías te sobraban y no había forma en la que uno pudiera quedarse quieto por más de diez minutos.

Nefislets  La era oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora