Ojeras

2.1K 194 40
                                        

Amanecía un nuevo día y abrí mis ojos girándome cuidadosamente para asegurarme que esta vez no iba a recibir ningún ataque sorpresa. Había vuelto a dormirme acariciando aquella pared, dando gracias por el día de ayer; si tan solo todos los días pudiesen ser así...


Me levanté de la cama tras escuchar ruidos por la casa y me dirigí al baño, donde me encontré a Javier afeitándose frente al espejo.

-Buenos días- me dijo tan pronto como me vio pasar por la puerta.

-Buenos días- respondí parpadeando un par de veces y frotándome los ojos aún medio dormido, quedándome detrás suyo a cierta distancia.

Me quedé observándole con una sonrisa mientras hacía unas expresiones bastante graciosas con tal de no cortarse.

-¿Que es tan divertido?- preguntó observándome a través del espejo.

-Tus caras- respondí sin intención de ocultarlo.

-Es algo normal... ¿tan ridículo parezco?- dijo mirándose a si mismo en el espejo frunciendo el ceño ligeramente. Cosa que solo me hizo reír más.

-Al final vas a conseguir que me corte- se quejó sonriendo.

-Bueno, entonces podría devolverte las curas de ayer- comenté mientras veía como daba por finalizada aquella tarea y se acercaba a mi.

-No fue nada- explicó colocando una mano en mi mejilla, dándome una ligera caricia mientras me dedicaba una fina sonrisa -No es como si estuvieses en deuda conmigo por eso-

Aquel roce duró tan solo un instante pero lo suficiente como para que mi corazón se alterase.
Me perdí en tus ojos, dándome cuenta de que aquellas ojeras solo habían aumentado... si no me equivocaba llevaban ahí desde el día de la gala; separé mis labios con intención de preguntarte si estabas bien, si había algo que te atormentaba, pero no fui capaz de hacerlo, si no habías querido contármelo no iba a presionarte para que lo hicieras... aunque me dolía que no saliese de tí explicarme que te afligía; pero no podía echártelo en cara, al fin y al cabo yo tampoco soy completamente sincero contigo ¿verdad?

Te marchaste dándome la espalda, diciéndome que cuando estuviese preparado fuese a la cocina para comer algo.

Seguí pensando un rato más en aquello, estaba preocupado por ti, si no me equivocaba nunca habías sido alguien madrugador... pero desde que llegamos tu siempre estabas despierto para cuando yo me levantaba de la cama ¿a caso no estás durmiendo?


Lavé mi cara, intentando despejar un poco mi mente sin estar completamente seguro de si estaba bien que fingiese ignorar tu estado ¿Cual era la opción correcta? y aún sin una respuesta clara fui a la cocina, donde me preparaste una vez más el desayuno.

-Aquí tienes ¿estás bien?- preguntaste entregándome el zumo al ver como me frotaba las mejillas, conocías bien aquel gesto y el hecho de que lo usaba para relajarme.

Suspiré alargando los brazos y cogiendo el vaso.

-¿Lo estás tú?- respondí antes de comenzar a beber.

-¿Nunca te han dicho que no se contesta a una pregunta con otra?- intentaste desviar el tema mientras tu hacías justo aquello que me estabas echando en cara.

-¿Y si mi respuesta depende de la tuya?- Te miré a los ojos sin poder esconder que estaba realmente preocupado.

Te diste cuenta, hiciste una mueca y pellizcaste ligeramente mi mejilla para que cambiase aquella expresión, a lo que respondí apartando la mirada; comprendiendo que no ibas a explicarme que te pasaba.

El precio del oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora