Apartment 205 ; markson

O1

Jackson Wang soltó un largo suspiro deteniendo su larga caminata tras haberse bajado del taxi, miró por quinta vez el pequeño papel mal con letras inentendibles y volvió a caminar, no sin antes depositar un dulce beso sobre la manito de su pequeño hijo de tres casi cuatro años, Quentin, quién iba sentado sobre sus hombros.

Hace unos días, era un multimillonario en China, pero un despiste, hizo que perdiera todo su dinero.

Su hijo soltó un pequeño sonido de agotamiento, preguntando nuevamente cuanto faltaba y a la vez que hacía un tierno puchero con sus pequeños labios.

— Tranquilo bebito, ya estamos por llegar, falta poquito.

El pequeño niño asintió, sonrió al ver por fin los apartamentos compartidos, lo bajó de sus hombros y lo dejó en el piso para que éste subiera solo las escaleras.

Fueron dirigidos rápidamente al cuál sería su apartamento, estaba agotado y tan solo quería dormir una pequeña siesta con su hijo.

- Apartamento 205, señor wang - tosió suavemente la señora, dueña de lugar, se agachó lo más que pudo, para darle una pequeña paleta sabor cereza al niño

- gracias - dijo el menor con sus pequeñas mejillas levemente sonrojadas, recibiendo entre sus pequeñas manos el dulce.

Su padre lo miró con desaprobación al verlo ingerir el caramelo rápidamente, pero se rindió al ver la carita de su pequeño ángel.

Con entusiasmo abrió la puerta, sabía que su compañero trabajaba de secretario en un bufete de abogados y probablemente no estuviera a esta hora. Por lo facilitaría más para estar presentados y prepararle algo para cenar, con la intención de conocerse aunque sea un poco.

Pero una gran sorpresa recibió al encontrarlo tan solo en ropa interior al medio de la casa.

- Quentin, date la vuelta - dijo tapando rápidamente sus ojos, para que el niño no vea. Ni siquiera había visto a su padre de esa forma, no vería a un desconocido.

Él mayor rápidamente tomó una toalla, haciendo una pequeña reverencia antes de salir del lugar avergonzado.