Sublime gracia

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Son algunos meses desde que el sedentario maloliente perdió contacto con su estrella. El sabor amargo de lo intrínseco del ser y lo insignificante que puede resultar el saludar a la verdulera o decirle a tu madre que ya vuelves cuando sales de casa, era su mantra de cada día. Odiaba despertar por la mañana (y aquí no tiene nada más que agregar). Lo odiaba. Solo quería que las garras de la muerte asomaran a su lecho y seducida por la depresión y la inmundicia emocional, se apiadara de èl y dejara que descanse de una maldita vez. Ya no tenía fuerza (aunque la suma de todas las fuerzas es igual a cero)... ¡Què digo! ¡Energía, voluntad, autoestima!

La botella de whisky barato ya andaba por la mitad, y el sedentario maloliente la miraba sin remedio, de la esquina del depar en el que se había pegado la noche y que era el lugar preferido de su pequeño mundo, de ese mundo solitario que lo conformaban cuatro paredes, un colchón percudido por la perversión de las aventuras casuales; de unos cuántos vecinos que desaforados gritaban con la locura de los amantes cuando rozan el lindero del "no sè cómo explicártelo"; y de unas cuantas jeringuillas usadas que no hacían más que acumularse en un rinconcito en forma de Chimborazo y que tenía como Guayas el derrame de un líquido un poco extraño que le permitía volar a una realidad alterna a esta, a la que llamamos vida.

Tenía que salir ya que su suministro diario de destrucción se había consumido, y de camino estaba una tienda de electrónica que tenía en sus vitrinas la última generación de televisores con una definición tan hermosa que le llamó la atención. Por un momento, ausencia de tristeza, ausencia de felicidad, de sentimientos. Solo el televisor y el observador, ese individuo que hace unos años atrás saltaba de emoción por la última innovación hecha, ahora contemplaba vacío, cada uno de los píxeles de la pantalla brillante y que a la vez reflexiona, porque el ahora que lleva no lo lleva a nada, y que quizás necesitaba más píxeles en su corazón para brillar como aquel panel LED.

Primer punto de inflexión.

Por aquellos días, Estados Unidos de Norteamérica enfrentaba una etapa de violencia como nunca antes se había visto en la historia de la nueva década. Los tiroteos en las escuelas, en las universidades; y la matanza de afroamericanos por parte de policías blancos, abría una nueva brecha en la lucha de los demócratas por controlar la venta de armas, y esa brecha era la división racial.

Hubieron muchos casos: el tiroteo en Sandy Hooks donde murieron varios niños que ahora solo juegan en la mente de sus padres; el caso Zimmerman que es mejor no hablarlo; lo sucedido en Ferguson que ocasionó saqueos y toques de queda; y el más crítico, lo de Charleston.

Un joven, un white-supremacist, sintió que su país estaba siendo arrebatado por los afroamericanos, pensamiento retrógrada. Y como todos hablaban en internet y nadie se ocupaba del asunto, alguien tenía que hacer algo y He "guess that has to be" him.

Entró a una iglesia presbiteriana y abrió fuego a nueve black lives, incluido el Ministro. Hecho que conmocionó al mundo entero.

En la televisión pasaban el encomio por las víctimas. Los ministros y los asistentes lucen felices a pesar de la tragedia. Se asombró.

[Ahora además de pensar en los píxeles que faltaban en su corazón, añadió la valentía del negro. Porque el negro es vejado en nuestra sociedad, porque todos cierran el lock del auto cuando un negro se acerca, porque al negro lo persiguen en las tiendas de convivencia como si fuera a robar unas Ruffles o el aire. El sedentario maloliente veía en esa transmisión de C-SPAN a personas fuertes que habían sufrido lo mismo que él, pero que no se habían quebrantado a esas tonterías de la sociedad ignorante, si no que felices, seguían el día a día, en búsqueda del bienestar de su comunidad. ¿Por qué tenía él tantos resentimientos guardados? Debe ser valiente, debe ser mejor. Porque la única manera de encontrar la paz y el bienestar es aceptando al amor como algo necesario y no algo que solo te usa y te deja botado como calcetines que al día siguiente lavarás y te pondrás de nuevo, repitiendo el ciclo una y otra vez hasta que las fibras se hayan desgastado y sea momento de comprar unas nuevas y mejores.

Segundo punto de inflexión.

El Presidente Barack Obama tomó el micrófono frente a esa multitud. Comenzó a discernir con la fluidez y elocuencia con la que nos tenía acostumbrados... Pero un momento cambiaría la vida del miserable maloliente.

Él escuchó al Presidente Obama decir "Amazing Grace"... Acompañado de un silencio de unos cuatro segundos. Y nuevamente "Amazing Grace"... Ahora vio al humano, no al líder, vio su dolor transformado en lo que sea que se haya transformado... El pastor sentado detrás de su presencia lanzó un "Uh-huh" como asintiendo la frase que repetía como muletilla ya por tercera vez.

En ese instante Obama se quedó callado, miró sus papeles como intentado buscar alguna respuesta a una pregunta que nadie planteó, alzó de nuevo su reluciente cabeza esperando ver un meteoro que le devuelva la chispa a su discurso, o al menos eso creía; pero lo que pasó luego...

"Amazing grace,

how sweet the sound,

that saved a wretch like me;

I once was lost, but now I'm found;

was blind but now I see."

Obama canta Amazing grace... Nudo en la garganta. Tercer punto de inflexi... No puede...

Una lágrima rodó por mi mejilla... quiero decir, la del sedentario maloliente.

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⏰ Última actualización: Mar 27, 2017 ⏰

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