Un coche me atropelló, y el conductor de rositas casi se largó. Este podría ser el resumen poético del suceso que a continuación detallo con pelos y señales, hasta donde mi memoria alcanza, la he dividido en el antes, durante y después.No perdáis detalle de hasta dónde llega la inquina humana.
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DE VUELTA A CASA
Volvía en coche a casa, de comprar en un centro comercial. Me dirigía al parking, por una calle de doble sentido y cinco carriles de circulación, tres de ellos en mi sentido de circulación por la derecha y los otros dos en sentido contrario a mi izquierda.
Para llegar al parking tengo que situarme en el carril central (el que está a la izquierda de los tres) para poder girar a la izquierda, atravesando los dos carriles que tengo en sentido contrario.
La maniobra no es trivial, hay que detener el vehículo, al tener que vigilar que no venga ningún coche en sentido contrario, como es obvio, pero también hay que vigilar que no pase ningún peatón por el paso de peatones de la calle a la que giro. La maniobra tiene que ser segura.
El constante fluir de coches en sentido contrario, que impiden la maniobra, la impaciencia del conductor, el hecho de que si pasa un peatón por el paso de cebra, hay que detener el vehículo, dejándolo atravesado en medio de dos carriles por los que circulan coches, hacen que la maniobra se convierta en rápida e insegura.
Después de conseguir girar la calle, sin otro contratiempo, y pasar con el coche el paso de peatones tuve cierto déjà vu— menos mal que no cruzaba nadie por el paso de peatones — Dejo el coche en el parking, salgo de este, y me dirijo a casa, cruzando a pié el paso de peatones, por el que antes había pasado en coche.
EL ATROPELLO
Eran sobre las 19:40, la tarde, anochecida, era lluviosa, me coloco en el hombro derecho la bolsa con lo que he comprado, una pequeña estantería de madera y unas bombillas, con la mano izquierda sujeto el paraguas, un paraguas de los grandes, no plegable, salgo por la rampa empinada del parking, ya fuera, giró a mi derecha hacia el paso de cebra.
Iba a un paso normal, pensando en lo que haría más tarde, en que al día siguiente iría a correr a la montaña y el suelo estaría mojado por la lluvia, esa que ahora estaba cayendo y mojando el suelo por el que andaba, seguía pensando, cuando llegara a casa cambiaría las bombillas fundidas, mientras miraba esos charcos que se formaba en el suelo y el fluir del agua por el lateral de la carretera junto al bordillo que tenía a mi izquierda, giré a la izquierda, avanzando por ese paso de peatones con sus rayas blancas mojadas por la lluvia.
Todo ocurrió en un segundo, en mi mente se apelotonaban sensaciones, decisiones que tenía que tomar, como jugadas en una partida de ajedrez, ¿Cual era la mejor? No había tiempo para nada, tenía que hacer algo ¡YA¡
El coche apareció por mi derecha como un toro desbocado, rápido, sin sentimiento, estaba pegado a mí. ¿Corría hacia delante? NO demasiado lejos, ¿Hacia atrás? Tenía el coche encima, y no frenaba, al contrario, parecía querer embestir con todo. ¿SALTABA?
No hubo tiempo para nada, el coche golpeó mi cuerpo, que quería zafarse de esa bestia, insensible, fría, dura. Intenté, ¿saltar, empujar, agarrar?, estaba sobre el coche indefenso, luchando por intentar evitar lo ya inevitable. El momento pareció eterno, carne y hierro luchando en una batalla, que acabó cuando el coche se detuvo, y que perdió la carne, lanzada metros allá, sobre el asfalto, frio, mojado, áspero, quedando desvalido y herido, intentando entender y no aceptando lo que acabada de suceder.
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Dinghy
PoetryCuando tu vida es ir de puerto en puerto. Poesias, reflexiones, relatos ficticios y reales, ... !Descubre el Dinghy que llevas dentro!