Capitulo 2: El pecado original

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Hace 20 años

Buenos días, Señor Warren- Me dijo al pasar, uno de los pandilleros que había tomado la Avenida Hollow.
Devolví el saludo y continúe mi camino. Conocía a todos esos chicos desde niños y ninguno se metería conmigo. Yo tenía sólo 25 años,  pero me había ganado, el que me dijeran señor a pulso. Era un delincuente. De los peores, pero a la vez, el más honorable entre ellos.
Desde hace años, en esta ciudad, se han forjado leyes muy satisfactorias para algunos y para otros no tanto.  Entre ellas, estaba una ley, que aceptaba el crimen como forma de vida. Y que solo excluía los asesinatos, y violaciones  de mujeres y niños. A veces, algunos se saltaban la ley o lo intentaban. Esa era la moneda corriente,  aquí,  en Eternal City.
Esa misma noche, decidí ir a comer a mi restaurante favorito. Iba ahí,  por dos razones, porque adoraba ese lugar,  y porque aprovechaba a molestar a esa gente que no apoyaba la ley de aceptación criminal, pero tampoco tenía los huevos para oponerse, por miedo a una masacre o una guerra civil entre delincuentes y gente que estaba del supuesto lado correcto de las leyes.
Era como una celebridad en este lugar. Cada persona, civil o delincuente, me saludaba y sonreía, no se si por respeto o miedo, pero se sentía bien.
Elegí una de las mesas más apartadas del lugar, lejos de las miradas, pero con la capacidad de verlo todo. Comi, bebi y vi algo que me inquieto un poco.
Unas mesas más allá de donde yo estaba instalado, un tipo estaba insultando a una mujer. Una hermosa mujer. Una con la que daría gusto sentarse a charlar.
El tipo forcejeaba con su brazo y le decía cosas bastante desagradables y al ver la poca respuesta de la chica, le dio una bofetada que resono en toda la estancia.
Aproximadamente 35 pares de ojos se posaron sobre esa mesa. Incluso algunos de los matones sacaron sus armas. El hecho de que estos convivieran con el resto de la gente, no los había hecho menos salvajes. Por el contrario, al saber que podían usar la ley a su favor, se volvieron más osados, y si el tipo hacia cualquier cosa que no les agradará, esto podía terminar convertido en un gran baño de sangre.
-Calmados, todos. Déjenme hablar con el caballero, que seguramente tuvo un mal momento.- Dije yo al tiempo que me levantaba, y me acercaba a la pareja.
-Eres uno de ellos, basura. He visto tu rostro en los periódicos, y no necesito que alguien como tu, venga a decirme lo que debo hacer.- me dijo el sujeto al ver como yo tomaba una silla vacía y me sentaba su lado. La chica se removía inquieta como si quisiera salir corriendo, pero el aún la tenia sujeta por un brazo.
-Por  si no lo notaste, acabo de salvar tu vida, idiota, y si  no quieres que mueva mi mano y ordene que todos estos psicópatas te disparen, tendrás que calmarte y escuchar.- susurre cerca de su rostro.
-Vete al infierno. Jamás te pedí ayuda, y no aceptaria nada que venga de ti. Eres una plaga, dentro de esta sociedad, y los de tu clase, merecen algo peor que la muerte.- Luego de esas palabras, se atrevio a escupir mi cara.
La chica se puso pálida, logro zafarse y luego puso la punta de sus botas sobre los testículos del infeliz haciendo que se quede sin aire. Tras ese acto de valentía, ella salio corriendo del lugar, como alma a la que persigue un demonio.
Camine hasta la puerta, con intención de seguirla.
Sin mirar atrás,  dije:
-Los que no tengan nada que ver con esto, echense al suelo. Los demás,  hagan lo que crean correcto con nuestro querido amigo.
Al instante, sentí como una explosión  de gritos y disparos se cernian sobre el lugar. Afuera comenzo a llover. Y yo corrí,  bajo la lluvia tras esa desconocida.
Presente.
Jamás imagine, como iba a terminar todo eso.
Ahora, todo es mi culpa.
Solo mi culpa.
Y sólo yo puedo arreglarlo.
Debo matarlo.
A él. 
Lo único que queda de su recuerdo.

 El sindicato del crimen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora