Capítulo 2

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Dejé a Bella, mi madre, hacer lo que tenía que hacer y me fui al salón para hablar por teléfono con mi padre.
Marqué el odioso número que me sabía de memoria y esperé a que contestara desde la otra línea.

—¿Quién?
—Soy yo papá, Aeryn.
—¡Aeryn, cariño!¿Cómo te va todo? ¿Has decidido que universidad vas a elegir? ¿Te has sacado el carnet de conducir ya?¿Has visto si...—le corté el interminable interrogatorio.
— Papá, para. A ver, sí, por fin he conseguido sacarme el carné. Lo conseguí el mes pasado. Sobre la universidad... Me quedaré en Detroit, con mamá, iré a la Universidad Estatal Wayne.— le dije segura. — de hecho ahora voy a ir a ver un piso que está cerca de ella.
— Aeryn, cielo... aquí también hay buenas universidades, y no es tan peligroso como Detroit:— sonó triste tras el otro lado de la línea.
—Ya está decidido.— Hablé seca.
— ¿Vas a seguir enfadada conmigo después de todo este tiempo? Ya han pasado dos años, sabes que tu madre y yo juntos nos hacíamos daño.— pretendía sacar el tema que evitaba a toda costa.
—Mira James, tengo que irme, ya hablaremos.
—Bueno, sabes que algún día tendremos que hablar de esto. No quiero estar así contigo, te llamaré más tarde.
—Vale.— resoplé por lo que dijo. Y es que en verdad tenía razón, pero eso no quita el que nos haya dejado por otra y luego se divorciara de mi madre.
— Adiós, te quiero.
— Adiós.- Colgué

  Cerré los ojos y respiré, intentaba relajarme. Sinceramente no sé como mamá ha podido perdonarlo. Vale que ya hayan pasado dos años, pero no lo entiendo por más que quiera.

  Bostecé y me lloraron un poco los ojos. No me vuelvo a acostar tarde leyendo. Miré mi reloj de muñeca. Tres y media de la tarde. Iré a llamar a mamá.

— ¡Mamá! ¡Son las tres y media, date prisa!— Le grité para que me escuchara desde su habitación.   Guardé mi móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón.
—¡Ya bajo! ¡Me estoy poniendo los zapatos!— Suspiré en respuesta.

  Esperé unos minutos hasta que bajó directamente con su bolso. Iba bien, formal pero a su vez informal.
—¿Nos vamos?— Agarró las llaves de casa y abrió la puerta principal.

—Espera, se me ha olvidado llamar al taxi.— Volví a sacar el móvil. Buscaba el número de los taxis, sabía que lo había apuntado por algún lado.
—Como no has tenido tiempo antes Aeryn...— me regañó metiendo algo en su bolso.

  Estuvimos esperando hasta que llegó nuestro taxi y subimos en él.

— Calle Beaubien St., número 5361 por favor— le dije al taxista recordando la calle del piso.

  Iba mirando el paisaje y recordando el trayecto de mi casa al piso hasta que me fijé en el cielo, otra vez volvía a estar nublado. Y de repente me vino a la mente el color de los ojos de ese intimidante individuo de la moto. Sus ojos eran tan intensos y temibles que con solo mirarte te amedrentaban. Pero la combinación que hacía el color grisáceo claro, con el verde era explosiva. ¿En qué rayos estoy pensando? Sacudí la cabeza hacia los lados con el fin de quitar tal estupidez y volver a poner los pies en la tierra.

— Parece que va a llover.— Dijo Bella.
— Esperemos que no llueva como lo hizo anoche. Parecía el diluvio universal.— contestó de regreso el taxista.

  Mantuvieron una conversación entretenida hasta que nos avisó de que ya habíamos llegado.

— ¿Cuánto es?— saqué la cartera.
— Veinte dólares con sesenta centavos. — le entregué el billete de veinte y un dólar, luego me devolvió lo sobrante.
— Gracias.— le dije saliendo.
— ¡Que tengan un buen día!
— ¡Usted igual!— respondió mi madre con una sonrisa dedicada al taxista.

  La miré. Me miró con esa sonrisa. Rodé los ojos y empecé a buscar a la propietaria del piso.

— ¿Qué?— Rió haciendo la pregunta.— Solo era amable con él Aeryn.
— Sí, claro. Yo te creo mamá. Pero la próxima vez que quieras coquetear con un taxista hazlo un poco menos obvio.— le dije de forma irónica y reprimiendo una risa.

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