Capitulo 1

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Amelia Fligtheer

El rojo escarlata se funde con el amarillo haciendo del cielo el más hermoso de los lienzos jamás capturado, dieciocho días iguales a este, y ninguno de ellos acababa de hacer de mi vida algo grato, después de un día en el que debería estar sonriendo siendo "feliz", en mi cumpleaños número 18, pero a pesar que toda mi familia y allegados eran la compañía "grata", no me hallaba en mi ser, no hallaba ser eso que llaman "Feliz".

El sol agonizante se oculta tras la última casa de la esquina, su ultimo haz de luz de se dispara como una flecha atravesando mi iris, haciendo que una punzada de dolor invada mi sistema, giro el rostro y veo como semiculto por la tenue oscuridad un chico no mayor a 20 años pedaleando agitado en su bicicleta, y en su rostro podía ver como gotas de sudor caían en su camisa azul oscura, pase mi mirada hacia sus manos en la cuales llevaba algo que al parecer fuese un pergamino, se veía muy antiguo por el color casi amarillento de la hoja, me quede observándole, se detuvo justo al frente de la casa vecina a la mía, soltando sin más su bici, dándole más importancia al pequeño y antiguo pergamino, lo miraba con mucha ansiedad, luego posaba su mirada en mi casa, sus nudillos estaban apretados y blancos, en su rostro se notaba la furia e impotencia que destilaban sus ojos inyectados en sangre, con cada movimiento que hacia este chico mi interés hacia él, se hace más grande.

Este toma asiento en el bordo del jardín vecino, se queda observado el bullicio de al frente suyo, que representa la reunión de mi cumpleaños, no planeada por mí. Me quedo observándole por lo que parece mucho tiempo, aquel chico se percata de mi inmutable y muy interesada mirada en él, nuestros ojos se cruzan, de inmediato me pongo en guardia y una especie de electricidad recorre mi espina dorsal hasta llegar a todo mi cuerpo haciendo me erizar, por su parte su mirada se posó en mi por unos segundos, mi cuerpo no podía estar más congelado a ser descubierta, su mirada se tornó tímida y apenada, de inmediato bajo su vista al piso, hizo un movimiento extraño con sus manos como si las tuviera entrelazadas, sus codos están apoyados en sus piernas.

"Amelia deja de mirarlo". Me gritaba mi mente en estos momentos.

- ¡Amelia!- El grito de mi madre me hace voltear de inmediato, ella me busca con ansia. Me levanto, para dirigirme hacia ella, y le doy una mirada de reojo al chico, él tiene la mirada fija y penetrante en el piso como si estuviera en un trance consigo mismo. Pienso que podría ser por lo que lleva en las manos: el pergamino.

En un minuto estoy con mi madre, ella me mira con una increíble ternura y amor que destilan sus ojos color marrón al igual que los míos.

- Deprisa. Es el momento del pastel- Decía con alegría, la emoción le brotaba por los poros. Por mi parte solo pequeñas mariposas se movían dentro de mi aun no logro explicar porque.

Le seguí hasta la sala de la casa y en un minuto estaban todos reunidos a rededor de la mesa de cristal justo en la mitad de la inmensa sala. Y como por sorpresa movieron su boca para desearme un feliz cumpleaños, les agradecí a todos el gesto. Mi madre encendió las velas del pastel, que de echo era mi favorito, genovesa con maní y chocolate, la boca se me hace agua y antes de que alguien lo pida le doy un gran soplo a las velas, no desee nada en particular porque en esos momentos mi mente siempre está en blanco. Mire inevitablemente a mi alrededor, todos los rostros me eran obviamente familiares, sus gestos son de igual postura "sonrientes". Y empezaron los aplausos.

Todos mis primos pequeños jugaban por toda la casa, yo solo quería la compañía de una persona, mi prima y mejor amiga Marie Flighteer, me encamino buscándola a paso rápido, paso por entre la reunión de mis pequeños primos, y diviso al chico que había visto minutos antes. Está ocultándose y tratando de colarse entre la muchedumbre de mi familia, entrecierro mis ojos percatándome de que no fuese una visión, si definitivamente era el chico, aquello se me hizo extraño y por la curiosidad que ya me había causado este, trate de que no me viese observándole, su mirada buscaba algo en particular y entre la muchedumbre trate de mirar lo que hacía por entre un hueco que se hacía entre mis tíos, aquel camina casi corriendo hacia la puerta del sótano y de allí sale Brillith y Ángel mis primos menores, salen corriendo con sonrisas como si hubiese algo divertido que hacer aquí. Y como por instinto e inevitablemente fui detrás de aquel chico que se ha robado toda mi atención. Entro al sótano cierro la puerta lo más rápido que puedo detrás de mí y sin hacer ni el más mínimo sonido que alertara al chico, escucho sus pasos, hay luz, no se escucha nada además de sus pasos debajo de las escaleras mi piel se empieza a erizar del miedo. Siguiendo a este me había olvidado de seguir buscando como loca desesperada a mi prima Marie Flighteer, pero el sentido de aventura y la curiosidad que mato al gato, aquí estoy en las escaleras del sótano, siguiendo la luz amarilla, extrañamente no la había visto nunca en lo que llevo viviendo en esta casa, bajo como puedo las escaleras, mis piernas quieren ser de gelatina pero de alguna manera evito caerme en estos momentos, al fin llego al umbral del sótano, mi pie ansioso toca el piso del sótano seguido del otro y así hasta llegar hasta la pared blanca que me separa de ver exactamente lo que hace el chico. Me asomo sigilosamente detrás de la pared, la luz se hace más fuerte en mis ojos, tengo que entre cerrarlos para poder ver. Este está parado al frente de una puerta inmensa, de allí es donde viene la despampanante luz, que a la vez es intrigante y ahoga, huele diferente y este chico mira por enésima vez el pergamino que lleva en sus manos todo el tiempo.

"Hay puertas que no deberían abrirse"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora