Prefacio: Petición

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LuHan estaba fastidiado y sin duda quería romper algo.

Estaba por tener una fantástica sesión de sexo cuando el imprudente de su hermano le había llamado a la Tierra.

¡Joder! Ahora caminaba de un lado a otro con una erección enfundada en sus pantalones de cuero porque sería muy estúpido de su parte pasearse por aquel lugar con uno de sus trajes de seda.

Sí, un hombre vestido con un traje negro no era muy común a las tres de la mañana y menos esperando como un idiota en un parque.

Y juraba por todo lo bueno del inframundo que, si su querido hermano no bajaba de las putas nubes en ese mismo momento, recorrería la ciudad para llevarse un par de almas puras que por naturaleza, no le pertenecían.

LuHan subió su mirada al firmamento y un haz de luz le cegó, lastimándole la vista y un segundo más tarde, frente a sus sensibles ojos estaba de pie el nada discreto guerrero.

—Hola, Lucifer. —murmuró el hombre vestido completamente de blanco.

—¿Qué quieres? —preguntó el castaño, ajustando su vista nuevamente al ambiente.

—¿No te alegra mi presencia, hermano? —devolvió el celestial con una mirada pasiva.

La risa del demonio comenzó como una suave melodía hasta volverse estruendosa y sarcástica para los oídos del Arcángel.

Luego chistó y dirigió su vista al rostro de su hermano, cambiando su semblante a uno serio, por no decir molesto.

—Estaban a punto de hacerme una mamada y he tenido que despedir al chico para venir a verte, ¿crees que estoy feliz? —preguntó con desdén.

Miguel elevó su mano mientras cerraba los ojos con indignación.

—Deberías cuidar tu lenguaje. —murmuró, mirando nuevamente a su hermano.

Una sonrisa burlesca se extendió sobre la boca del demonio, causándole escalofríos al Arcángel.

—Creo que mi lenguaje es menos vulgar que lo que haces con Gabriel en los aposentos de tu Señor. —dijo desafiante.

El rostro de YiXing pasó de la paz al terror puro y sus ojos se llenaron de angustia al escuchar esas palabras que no debían ser pronunciadas, al mismo tiempo que miles de imágenes llenaban su cabeza.

—No metas a JunMyeon en esto; no he venido aquí por ello. —murmuró, dando un paso adelante.

—Ah, así que su nombre real es JunMyeon... —habló el castaño mientras metía sus manos en las bolsas de su pantalón, dando unos pasos en dirección opuesta al Arcángel. —¿Sabes? —preguntó, girándose para dirigirse a YiXing. —Es triste que me hayan desterrado por creerme mejor que tu Señor, pero tú, pecador, aún sigues entre las nubes después de follarte a otro Arcángel. —murmuró, con las orbes oscuras por la creciente furia que se acumulaba en su ser.

—Por favor, cierra la boca. —pidió la divinidad con remordimiento.

Allá arriba, incluso amar es un pecado. —soltó LuHan con un tono de desprecio, intentando seguir ocultando sus alas.

YiXing suspiró y trató de calmarse. Las cosas no estaban saliendo como lo había planeado y sabía que LuHan tendría algo con que atacarlo más no esperaba que fuera una parte de sus actos en el cielo. Pero claro, se trataba de Lucifer, el ángel más amado...

—Necesito que devuelvas un alma al cielo. —pidió.

LuHan alzó una ceja asombrado y luego, arrugó el entrecejo con duda.

—Nadie va al infierno sin merecerlo.

—Pero esta alma llegó ahí por equivocación. —insistió el Arcángel.

LuHan bufó y se llevó una de sus manos hasta el mentón.

Nunca había regresado un alma desde el infierno, ni siquiera cuando el Señor se lo había pedido después de llevar un par de corazones puros allá abajo.

Pero vería qué podía hacer en este caso.

—¿Cuál es su nombre?

—Oh SeHun.

—Lo buscaré. —Acordó LuHan. —Pero te advierto: Si sus acciones son dignas del infierno, se quedará ahí por la eternidad. —finalizó.

Mantuvo su mirada fija a la de su hermano por unos instantes y luego la desvió, girándose para comenzar a caminar, dejando al Arcángel en medio del parque.

Mientras buscaba un callejón para desaparecer, el cielo se iluminó como si fuera de día, haciéndole saber que YiXing había regresado a su hogar y, segundos más tarde, una fuerte lluvia empapó su cuerpo haciéndole parar en seco al recordar el día de su destierro.

Sus ojos se encontraban perdidos en algún lugar de la calle mientras su cerebro reproducía el momento en el que le arrancaron las alas, dejándolo moribundo en su nuevo hogar y poco después supo que tendría un nuevo visitante en el infierno.

Otro caído al que decidiría ignorar.

Sonrió de lado y se adentró en la oscuridad de un amplio vecindario.

Ese tal Oh SeHun tendría que rendir muchas cuentas si quería ir al cielo. Pero YiXing y su amado Gabriel tendrían que rendir muchas más cuando fueran expulsados y se unieran a los placeres del segundo círculo.

~♥~

Estaba de vuelta en su hogar...

Solo.

Chistó y caminó hasta su sillón de piel roja y se dejó caer mientras bufaba con exasperación.

Tronó sus dedos y una copa de vino tinto apareció en su mano en menos de un segundo.

Se acomodó y cruzó las piernas mientras meneaba la copa y luego, la pasó por debajo de su nariz, disfrutando del olor de la embriagante bebida, finalmente llevarla hasta sus labios y dar un pequeño sorbo.

Si se lo preguntaran, podía afirmar que su existencia era la cosa más miserable que podía existir y no lo puntualizaba por la necesidad de condenar las almas pecadoras, por supuesto que no.

Muchos podían cuestionar cuál era el problema si lo tenía todo, incluso era el Rey de las tinieblas; pero nunca deseó algo más que gobernar el cielo hasta hacía un par de años atrás.

Claro, el sexo era una cosa divertida, pero le resultaba extremadamente aburrido y sin gracia tener un amante nuevo cada día.

Estúpido, ¿no? Se supone que cuando eres un demonio disfrutas de los placeres carnales como si fueran el pan de cada día sin importar nada más que el beneficio propio...

Y era aún más estúpido que un demonio deseara amar y ser amado, incluso más ridículo si se trataba del mismísimo Lucifer.

Se burló de sí mismo y negó con su cabeza, llevando la copa hasta sus labios nuevamente, tragando el líquido rojo de una sola vez, dejando el traste vacío y luego desapareciéndolo.

Se puso de pie y con otro chasquido de sus dedos cambió la ropa de cuero por su traje de seda totalmente negro que le caracterizaba.

Alisó las inexistentes arrugas y se deshizo del polvo imaginario antes de salir de sus aposentos.

Era hora de ponerse a trabajar y dejar a un lado su autocompasión que no era propia del Príncipe del infierno, preparándose para buscar el alma que tenía cooperando a dos enemigos mortales.

Y desapareció.

~~

¡Holaaaa! Sé que ha pasado mucho tiempo pero he vuelto con algo cortito que espero les guste :). Nos leemos el próximo sábado.

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