1. Lujuria

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LuHan no necesitaba de sirvientes, mucho menos de lamebotas que le siguieran a todas partes, pero intentaba ser paciente con los pequeños demonios, aunque sonara bastante ridículo, dejándoles ser su escolta en un lugar como ese además de facilitar su trabajo.

Inferno no era un simple bar en el que dos almas condenadas se metían la lengua hasta la garganta sin armar un espectáculo extravagante, no.

Sus pies se deslizaban por el piso mientras escuchaba los gemidos a su alrededor, su vista se nubló de cuerpos desnudos consumiéndose unos a otros en medio de lujuria y excitación, mientras unos cuantos eran llevados hacia el máximo éxtasis en la pista de baile entre roces indecentes y una que otra lengua acariciando una polla.

Sonrió de lado.

No esperaba menos de los condenados en el segundo círculo, aunque el placer carnal no fuera el mayor de los pecados.

Los demonios le dejaron en el centro de la pista y se colocaron a los lados de su Señor, inclinando sus cabezas mientras el pecado caminaba hacia la jaula; no era propio de su ser juntarse con todas las almas perdidas, solo buscaba satisfacer su hambre con los que le parecían más preciosos, aquellos que pudieran someterse a sus necesidades sin detenerse a preguntar.

—¿Podemos traerle alguna bebida, Señor? —preguntó uno de los empleados completamente enfundado en su traje rojo escarlata.

LuHan lo miró de arriba hacia abajo y concluyó que el hombre era muy guapo, nunca le había visto antes pero sin duda, no era su tipo.

—No es necesario; sólo quiero que averigües si Oh SeHun está en el bar. —murmuró, haciendo una señal para que se retirara, mientras se acomodaba en su sofá de terciopelo.

—Sí, Señor. —contestó el otro demonio y salió de la jaula.

LuHan chasqueó sus dedos y cerró la gayola, después elevándola y permaneciendo en la parte alta del lugar, admirando los cuerpos sudorosos que se molían los unos con los otros.

Había hecho un buen trabajo con ese lugar después de todo. Ahora el infierno era muy moderno, acorde con la época que vivían en la Tierra y muy parecido a todo lo que acontecía en la superficie; de hecho, era una réplica bastante exacta; claro, sin necesidad de utilizar bienes monetarios.

Los tiempos de Dante habían sido olvidados y cada círculo había sido transformado en una ciudad con lo necesario para satisfacer a sus habitantes, sin embargo, jamás se atrevería a cruzarse por el séptimo círculo; ni de broma.

Los demonios siempre podían aparecer lo que fuera cuando lo desearan, desde grandes cantidades de alcohol y mujerzuelas hasta un festín de comida, lo que era algo vital para los glotones.

Pero Lucifer siempre tenía la necesidad de arrebatarle unas cuantas almas a los cuidadores celestiales, enviando a la Tierra un par de sus sirvientes a recoger la basura; y si no lo eran, se encargarían de que fueran lo suficientemente aptos para llegar a las tinieblas...

Las altas notas de la música hacían que sus oídos vibraran, su vista se quedó fijada por un momento en un tipo en específico que estaba recibiendo una mamada frente a la barra.

LuHan lo estudió con cuidado, su rostro impasible y serio no era digno del acto que tenía lugar en la parte baja de su cuerpo.

El hombre de cabellos negros se llevó su vaso de whisky a los labios y bebió de él hasta acabar el contenido. Segundos más tarde, tomó los cabellos de la mujer arrodillada a sus pies e impulsó su cabeza con fuerza, empujando su miembro con rápidas estocadas hasta acabar en la boca de la lujuriosa dama sin demostrar ni un ápice de placer en sus rasgos.

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