3. Latidos

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SeHun no sabía cuánto tiempo debía esperar para que el Príncipe se dignara a aparecer... Quizás había tentado demasiado su suerte, o quizás había estado demasiado seguro de sí mismo cuando le había soltado aquellas palabras.

No sin pensarlas, por supuesto. Las había pensado muy bien, de hecho, eso era lo que había previsto que pasara una vez que LuHan regresara de donde fuera que había ido.

Sus codos estaban apoyados sobre la barra a su espalda y se rio de su aparente desgracia; llevó una de sus manos hasta su cabello, peinándolo hacia atrás solo para que volviera a caer en su estado natural.

El vaso de whisky que tenía sobre la barra estaba a punto de acabarse, lo tomó y lo llevó hasta sus labios.

Dándose por vencido y decidido a irse, bebió el líquido de una sola vez, sintiendo el fuerte sabor resbalar por su garganta.

Y entonces lo vio.

Unos metros más allá, dentro de una gayola sobre el techo se encontraba el pecado mismo, aquel que se había robado sus pensamientos desde que fue despedido de su palacio.

Llevaba unas gafas oscuras, vestía una camisa negra de satén con puntos blancos y un pantalón ajustado de color negro que marcaba sus deliciosos muslos.

Sí, el mismísimo e implacable Lucifer se encontraba en el bar y aunque no pudiera asegurarlo, sentía su piel quemarse bajo el reflector de una estrecha mirada que suponía, pertenecía a aquel caprichoso Príncipe.

Su respiración se volvió pesada y su pene dio un ligero salto dentro de sus pantalones, anticipando el futuro encuentro del que iba a ser partícipe.

Inconscientemente, del otro lado de la pista, LuHan se pasó la lengua por los labios, deseando saborear el cuerpo del exsacerdote una vez más.

Y por supuesto que no iba a quedarse con las ganas, aunque se hubiera jurado que aquel nuevo demonio sería como los demás.

No podía, ni quería.

Pero en su cabeza rondaba una duda casi existencial... Como si estuviera olvidando algo.

La verdad era que deseaba al ex-sacerdote como jamás había deseado a nadie y eso le perturbaba.

Alguna razón o lógica debía existir, pero por ahora sus pensamientos estaban centrados en aquel nuevo demonio que caminaba con decisión, con la vista fija sobre él, terminando situado a un lado abajo de su gayola.

Lucifer chasqueó sus dedos y la jaula cayó sobre la alfombra, dejándolo frente a frente con el ex-sacerdote, únicamente siendo separados por las rejas de esta, que desaparecieron una vez que abrió la puerta.

Una de las manos del pelinegro se posó sobre los barrotes y la sonrisa cínica que este le brindó le irritó un poco, pero decidió dejarlo pasar porque bueno, él se la borraría muy pronto.

—¿Me esperaste mucho tiempo? —cuestionó Lucifer, imitando la sonrisa del otro demonio.

—Más de lo que había supuesto. —confesó SeHun —Pero ya que has llegado, deberíamos empezar con la diversión, ¿no crees?

LuHan se rio y SeHun avanzó, entrando en la gayola, encerrándose junto al pecado, sintiendo como esta se elevaba, quedando ambos a la vista de todos los demonios presentes en el bar.

—Ya que quieres empezar... —inició Lucifer, dando vueltas alrededor de SeHun sin apartar su vista de él —Voy a recordarte que me encanta jugar sucio.

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