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De Reencuentros y encuentros. Parte II

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Lo siguiente fue confuso, vergonzoso e innecesario de relatar. Pero diré que ya era entrada la noche cuando me encontraba en el jardín exterior, circundante a la propiedad, junto a una fuente de agua y con la mano ardida, después de golpear a esa pequeña sabandija quinceañera que, luego de decirme lo guapa que estaba, intentó sin miramientos tocarme un seno. ¡O sea, en mis tiempos menos te besaban primero!

Si antes me sentía ofendida, ahora era peor. Estaba estresada, furiosa y con insondables deseos de irme a mi casa, cubrirme con mi viejo cobertor y hundirme en mi cómodo sillón a comer helado y mirar Crepúsculo —la saga completa—. Me sentía tan miserable como Bella. Aunque a decir verdad ¿por qué diantres sufría esa mujer? ¿Hola? un vampiro sexy y un lobo cachondo la cortejaban y se disputaban su amor. No intentaba ligar con ella un adolescente con más erupciones que Venus.

Decidido: vería Crepúsculo pero esta vez no compadecería de Bella. Yo era la mártir esa noche.

Empecé a rebuscar en el diminuto bolso mi móvil. En esa oscuridad, con la luz incipiente de la única farola que ronroneaba amenazante de apagarse, ubicada a unos escasos pasos míos, no podía ver bien y el bolso por más minúsculo que fuera parecía no tener fondo. No sabía si encontraría el teléfono o alguno de los males de Pandora.

—¡La peste! La peste sería lo mejor que podría salir de este bolso e infectar a los cretinos que se burlaron de mí esta noche.

—Te ves muy ofuscada —una voz profunda a mis espaldas, me sobresaltó y sacó de mi ensimismamiento. La luz blanca iridiscente iluminó el rostro del sujeto dueño de aquella voz. Aunque no pude verlo bien, se estaba cubriendo la cara con una mano—. ¿Podrías bajarle el brillo un poco? Si buscabas espantar a alguien no es necesaria la peste, con el móvil ya tienes suficiente. ¡Y te juro si empieza a sonar «Baby» de Justin Bieber tienes la muerte de tu enemigo asegurada! Al menos de un enemigo con un buen oído musical.

Dos cosas: primero, el brillo de mi móvil estaba al máximo. Segundo, había dicho lo de la peste en voz alta. ¡Rayos! Tercero —eran tres cosas al final— ese joven era el acompañante de Emma.

Ahora que había retirado el móvil podía verlo a la perfección y ¡vaya que era más guapo de cerca! Esperaba no verme ruborizada y esperaba que no estuviera babeando como un sabueso en ese momento, pero por si acaso, pasé delicadamente mi mano por la contorno de mi boca.

—Lo siento...pensé que estaba sola —respondí como una estúpida.

—Eso es evidente —sonrió—. ¿En serio querías desatar la peste para que murieran los idiotas de dentro? —miró hacia el salón que se desdibujaba en su presencia. Noté entonces que el joven tenía los ojos claros, entre celestes o verdes, como los míos. No podía decirlo con certeza a la escasa luz, aunque si usaba mi móvil de nuevo probablemente acabaría ciego—. Vi lo de la subasta y tu renuencia a esta —hizo un gesto compasivo—. Se nota que no eres de esas chicas, pero si me permites decirlo, creo que ellos ni siquiera valen tu esfuerzo —formuló una sonrisa ladeada mientras su mano pálida se extendía hacia mi—. Soy Jacob, por cierto, pero mis amigos me dicen Jake.

«Jacob» me encontré repitiendo su nombre en un suspiro mental. ¡Igual que el licántropo de Crepúsculo! Me pregunté si también su temperatura corporal estaba a cuarenta grados.

—Soy Adele. Encantada —estreché su mano. La mía estaba sudada. ¡Malditas hormonas! Seguro me las había pegado el adolescente de antes—. Creo que tienes razón, no lo valen. Además no es que todos sean unos cretinos, más bien hay un grupo: los que siempre se han creído superiores, por cuna o por apariencia física. Pero otros me agradan —en ese momento no se me ocurría nadie, porque no habían asistido—. Emma por ejemplo —¡Qué falsa me sentía! Ni siquiera éramos amigas, de hecho a escondidas también la he llamado Emma Pozole—. Y bueno, a ti no te conozco como para etiquetarte, es demasiado pronto —¡Más mentiras! Ya lo había etiquetado de «galán», «bombón», «Ferrero Rocher», «lobo cachondo», entre otros.

Amor TemporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora