Como era de esperar, JiMin volvió la tarde siguiente al asilo. Las enfermeras lo saludaron ya con naturalidad luego de verlo 3 días seguidos dirigirse a la solitaria habitación de la señora Kim y además con una emoción palpable en su rostro, que la más joven de ellas se dio permiso de disfrutar.
Entró a la habitación luego de tocar y saludó cordial como siempre a su querida amiga, entregándole de inmediato una bolsa de galletas de avena recién horneadas que hicieron sonreír con fascinación a la señora Kim.
—Bien, JiMin, ¿quieres saber qué pasó el día siguiente?— cuestionó la abuela luego de tragar la segunda galleta de la bolsa de papel.
—Por supuesto, ¿cómo actuó MoonByul?
─Pues, fue gracioso...
Como cada día, nos despertamos tarde y nos reunimos a "desayunar" en el cuarto piso, el cual al carecer de apartamentos individuales, arreglamos para que fuese nuestro comedor y cocina familiar, ya éramos una después de todo.
Las cuatro estábamos en pijama y desastradas caminando aún presas del sueño por el pasillo del elevador hasta la gran habitación, ninguna decía nada debido al aturdimiento pseudo-matutino, por ello no sentí la tensión que tanto me atormentó antes de ir a dormir, aunque mucho, no se hizo esperar.
Habíamos creado un sistema para dividirnos las tareas del hogar y por ello, según el calendario enmarcado que colgaba sobre el mesón de la cocina, era mi turno de cocinar y servir la comida; no tenía ganas, pero la democracia había hablado. HwaSa y WheeIn, como cada "mañana", estaban realizando su ritual de amor empalagoso de buenos días: ambas en camisones de dormir, haciéndose cosquillas, murmurando cosas bonitas al oído de la otra y ¿cómo no?, ocupando sólo una silla del comedor. Byul, por el contrario, se encontraba al otro extremo de la mesa, apoyando la cabeza en su mano derecha con los ojos cerrados, ya era rutina que despertara únicamente cuando tuviese su plato en frente, humeante bajo su rostro adormilado.
Decidí preparar omelette y tocino ese día. Como verás, no teníamos muchas costumbres coreanas luego de tanto tiempo en América, aunque en ciertas fechas intentábamos cocinar kimchi o algo por el estilo. Lo quise acompañar con un americano casero bien cargado para todas, pero la vajilla eran guardadas en un estante muy alto y por ende lo lógico según mi poco sentido común, era arriesgar nuevamente mi vida subiéndome a una de las sillas del comedor e intentar no moverme demasiado, no obstante, fallé. El pésimo equilibrio que cargaba encima no tardó en hacerme tambalear como si cruzara una cuerda floja, sin embargo, alguien me detuvo antes de caer. Las tiernas manos de MoonByul tomaron mi cadera para bajar con delicadeza de la silla y así poder sacar ella las tazas de café.
—Trata de no morir, por favor— murmuró divertida antes de posar sus labios en mi frente, luego dejó la vajilla en el mesón y avanzó tras de mí sin un ápice de vergüenza. —Iré al baño, vuelvo enseguida— y se marchó del salón corriendo por las escaleras, casi parecía que se burlaba de mí haciendo algo que yo jamás podría sin matarme primero.
Traté de seguir con mi labor, intentando ignorar el calor que se expandía por mi frente, donde Byul besó, pero las burlescas risas de mis amigas interrumpieron nuevamente mi paz. Me giré lentamente para enfrentarlas con mi ceja alzada y una mirada acusadora.
—¿Qué?
—No te hagas la desentendida, Solcito, anoche todas soñamos contigo— dijo WheeIn entre risas coquetas. En un comienzo no entendí bien a qué venía el comentario, pero pronto recordé.
—¿Cómo es que tú...? Nos vieron— chillé señalándole con mi dedo acusador, totalmente indignada. Ese par no paraba de sorprenderme y generalmente era para mal.
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Séptimo cielo "MoonSun"
Roman d'amourTodos tenemos una historia llena de dichas e infortunios, romance y unas cuantas tragedias, y en algunos casos, hechos fantásticos como los que presenció Solar junto a su mejor amiga, Hwasa. Son historias que esperan a cierto espectador dispuesto a...