"Al que le quede el saco, que se lo ponga. "
Desde que tengo memoria no he sido el sujeto más sociable. No importa cuanto me esforzara, los resultados eran míseros y frecuentemente contraproducentes. Dentro de mi fuerp interno anhelaba fervientemente el tener una amistad, jugar con los otros niños a los juegos típicos o tener un grupo con el que hacer los trabajos que los requerían. Supongo que no puedo culparlos como hice en un pasado, mas debo decir que al recordarlo se me hace bastante deprimente. Aunque, descartando eso, no era tanto el sufrimiento mientras tuviera paz. Pero no la tuve, siempre hubo ese alguien que se aprovechó de mi vulnerabilidas y, espero, envidió el brillo que yo no era capaz de ver, pero poseía.
Los años pasaron, y muchas lágrimas se arrastraron por mis mejillas, angustiando a mis pocos seres queridos, los cuales trataron incansablemente de ayudarme. Estoy realmente ageadecido por ese sacrificio, nunca podré compensarlos. Sin embargo, la cosa siguió igual, siendo los encuentros sociales con mis congeneres una tortua psicológica cada vez más intensa. Llegó el momento, acabó la primaria, el próximo año sería un nuevo comienzo ¿cierto? Eso me gustaba pensar, que todo sería diferente, aunque una parte de mi no apoyaba tal optimismo. Se preguntaran porqué me quedé en el mismo colegio; sencillo, deseaba ser científico, saciar mi curiosidad estoica de niño, y ayudar al mundo en el proceso.
Comenzó primer año de secundaria. De un salto me levanté de cama. Con una sonrisa entré a la institución, traté de encontrar alguna amistad entre los compañeros nuevos. Lo logré, o algo parecido. No puedo decir que haya sido un gran año, pero tenía sus momentos buenos. Nuevos abusadores llegaron, ya no entristeciéndome, sino llenándome de rencor como nunca antes. Acabó ese año y para el siguiente mis defectos me hicieron perder a aquella amistad. Los años pasaeon en soledad y complicadas relaciones. Aprendía que el odio y el rencor sólo son malos para el rencoroso. Hace ya un año, hice una amistad por conveniencia, pues sólo era una forma de evitae la soledad. Que idiota fui, sólo me causó daño. Ahora que había sacado el rencor y odio de mi alma ¿qué podía sentir? Sólo un gran vacío, desaliento para seguir viviendo.
Ya ha pasado tiempo, dieciseis años precisamente. No siento nada, estoy agotado, mis músculos, mi mente. Quiero dormir, porque así no puedo sufrir y tampoco debo abandonae esta vida por la cual pienso luchar.