Capítulo 1: Destellos

68.7K 4.7K 1.9K
                                    

Damián 19, Bianca 17

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Damián 19, Bianca 17.

DAMIÁN

Todos tenemos máscaras por más sencillos y honestos que nos definamos. Todos tenemos secretos, y todos mentimos alguna vez. Algunos utilizan una máscara gruesa, bien hipócritas, otros sólo una delgada para ocultar pequeños secretos, pero todos usamos una.

¿Cuánto tiempo hay que esperar para quitarse la máscara? En realidad ¿Cuál es el momento exacto en donde debemos ser reales? No hay un momento exacto, no hay un tiempo definido sólo te la sacas y ya, te quedas solo o te aceptan tal cual eres, porque así es la sociedad, lo he aprendido... La sociedad te amolda y te dice quién debes ser, cómo debes actuar y a dónde te debes dirigir. Cuando quieres ser real, hay personas hipócritas que te prefieren con máscara y hay otras que te admiran por desnudarte frente a todos, pero son cobardes porque sólo se quedan ahí admirándote y no lo practican.

Ella utiliza una máscara, una gran máscara de metal. Y cuando llega la noche ella se la quita en la oscuridad de su soledad. Se puede oír sus llantos y sus gritos de auxilio, pero la sociedad hipócrita no está dispuesta a ayudar.

Cuando llegue la noche nos desnudaremos ante el mundo, seremos simplemente nosotros y nadie podrá hacernos daño.

——

— ¡Estoy cansada de ti, Damián! —Fue el primer grito que escuché al despertar.

Pestañé un par de veces intentando reaccionar, me estiré por debajo de las sábanas y me dispuse a levantarme. Ella no dejaba de gritarme que estaba cansada de mí, de mis problemas y de mi temperamento. También de algunas colillas de cigarrillos en la entrada.

Saqué en silencio el bolso que tenía en mi closet, me parecía un buen lugar para meter todas mis cosas o al menos algunas de ellas. Puse la poca ropa que tenía dentro de ese bolso, también algunas frazadas y un almohadón. Me di la ducha más rápida de mi vida y me vestí, puse el bolso en mi hombro y caminé hasta la puerta.

— ¡¿Dónde demonios crees que vas?! —Me gritó una vez más, esa era la forma más común que tenía para comunicarse conmigo.

—Me voy —Respondí girando el picaporte, sin siquiera mirarla a los ojos.

— ¿Qué diablos pasa contigo, Damián? —Me preguntó, ésta vez bajó la voz.

—Estoy cansado —esta vez voltee a mirarla —Y me voy de aquí para dejarte en paz y para que me dejes en paz también.

—Te he traído de vuelta ¿Para esto?

¿De verdad había dicho eso? La miré una vez más, divisando el arrepentimiento en sus ojos, pero la ignoré saliendo de casa ¿Dónde iría? Ni puta idea.

Caminé sin rumbo fijo alrededor de dos horas, tenía ahorros, pero no era suficiente para quedarme en algún lugar. Miré mi teléfono unas cuántas veces, sin recibir ninguna llamada ¿Para qué lo necesitaba? Me demoré una hora en llegar al centro comercial y otra más en venderlo a un precio que me pareció moderado, rompí el chip y seguí mi camino.

Cuando llegue la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora