Capítulo34 - Efímero

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Luego de esa alocada conversación que había creado Bianca acerca de que yo era un diluvio, ese que aparecía justo después de que un rayo había causado un incendio, logramos quedarnos dormidos.

Desperté con una llamada, y sin ver la hora contesté.

—¿Hola?

Damián. Tengo lo que me haz pedido —escuché su voz.

—¿Es en serio? —desperté totalmente, fue ahí cuando Bianca comenzó a moverse por la cama.

Si, pero necesito que seas discreto. Te las he enviado en un paquete al departamento, sin remitente. Te tendría que llegar dentro de una hora así que levanten el culo y comiencen a moverse.

—Está bien. Gracias Brain —colgué.

Lo único que pude hacer a continuación fue tomar una gran bocanada de aire y desviar mi mirada hacia el lugar en donde estaba Bianca. Ella ya se encontraba despierta mirándome directamente a los ojos, alzó sus cejas.

—¿Noticias?

—En una hora llega lo que le pedimos a Brain —solté y ella de inmediato se sentó en la cama, como si la noche anterior hubiese olvidado todo.

—¿Qué hora es? —me preguntó.

Miré el teléfono que en realidad era de Brain: 4:53AM.

—Son casi las 5 —la miré fijamente y ella pestañeó con rapidez.

—Me daré una ducha y comenzaré a ordenar todo ¿está bien?

—¿Qué pretendes ordenar, Bianca?

—No lo sé, algo de ropa, qué sé yo.

—Está bien. Ve a ducharte, comenzaré ordenando el departamento —expresé y ella, completamente desnuda, se levantó de la cama y caminó cruzándose delante de mí para meterse en el baño. No me apeteció fingir que no estaba mirándola. Y es que me encantaba.

Sacudiendo mi cabeza intenté evitar a toda costa pensar en lo que había pasado la noche anterior y también en lo que quería hacer con Bianca justo ahora. Así que comencé por sacar la ropa que me pondría hoy y luego rápidamente comencé a hacer la cama.

BIANCA

Mis pasos fueron mecánicos, como si en realidad no supiera lo que estaba a punto de hacer, pero claramente, dentro de mi interior tenía bastante claro lo que iba a pasar y lo único que pedía era que no sucediera lo que no queríamos.

Dejé que el agua tibia se colara por mi cabeza intentando darle calidez a mis fríos pensamientos. Y es que estaba odiando de sobremanera todo lo que ocurría. Había intentado decir la verdad, no resultó en absoluto como lo imaginé, mi madre no me creyó..., y no hubiese sido tan terrible si sólo se hubiese quedado en un "chisme de mal gusto de Bianca", pero no. Vincent influenció tanto en ella que terminé en un lugar totalmente ajeno, lleno de personas con problemas psiquiátricos.

En ocasiones me detenía a pensar si en realidad me merecía todo lo que me estaba ocurriendo. Solía ser una hija de puta en el instituto, hacía llorar a las chicas, ilusionaba a cuanto chico se cruzara en mi camino y todo lo transformaba en un conflicto a mi favor. Siempre ganaba y me había acostumbrado a esa sensación, pero ¿era necesario que esto me estuviera ocurriendo para darme cuenta lo hija de puta que había sido siempre? No lo creo. Ni siquiera a mi peor enemiga le desearía algo como esto.

¿Por qué todos estaban dándome la espalda? Claro, exceptuando a mi catastrófico y maravilloso diluvio. Mi padre había pasado de mí y ni idea tenía de lo que estaba haciendo con su vida ni tampoco él tenía idea de la mía. Y bueno, pues la versión de mi madre la conocen. Y por ningún motivo querría ir a llorarle a cualquier otra persona de mi familia.

Cuando llegue la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora