Casi hubo una primera vez.

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Capítulo VI:

Carol corría desesperadamente para alejarse de la pareja “enamorada”. Los ojos le escocían por las lágrimas que intentaba contener, no iba a llorar, y mucho menos por un muchacho con novia, la cual es una harpía.

El jeep de Nataniel había pasado a toda velocidad, aunque hizo una maniobra extremadamente peligrosa amenazando con frenar frente a ella, pero se arrepintió demasiado rápido. Lo que hizo que el corazón de Carol se hundiera más en su pecho.

“Al menos dudó”. –Se dijo a sí misma. Y vio como el vehículo se perdía en una curva cerrada de la carretera, escondiéndose tras una muralla de árboles.

Segundos después el descapotable de Lorie, siguió los mismos pasos que el jeep y lo perdió de vista rápidamente. Estas personas no sabían lo que eran límites de velocidad. Pisaban el acelerador y no pensaban en frenar.

Carol suspiró y aminoró la marcha, y luego se paró. Se puso en cuclillas y apoyó las manos sobre las rodillas, intentó que el aire penetrara sus pulmones, inspiró y exhaló con violencia. Y las lágrimas amenazaban nuevamente con brotar sin control. Sorbió la nariz y se reincorporó.

-“¡No!” –Gritó mentalmente. Y trotó de vuelta a su casa.

Lorie siguió el jeep de Nataniel, quería hablar con él y le pediría perdón por su actitud infantil. Pisó el acelerador a fondo y el auto avanzó a toda velocidad, Nataniel no pensaba detenerse, ni siquiera después de que ella tocara incesantemente la bocina e hiciera señas de luces.

Rebuscó con la mano libre en su cartera para alcanzar el celular y desvió por unos segundos la vista de la ruta. Cuando lo encontró marcó el número de él, pero no contestó. Era sobresabido. Nataniel cuando se cabreaba y quería alejarse de todos y todo, aunque Lorie no entendía ese pequeño detalle. Ella era absorbente e histérica, dos de los defectos que él más odiaba. No lo dejaba tranquilo y tampoco le daba su espacio, quería estar junto a él todo el tiempo y lo asfixiaba mentalmente.

Ella necesitaba respuestas, quería saber qué sentía realmente Nataniel y si descubría algún atisbo de duda en sus respuestas haría lo imposible para convencerlo y que no se apartara de su lado. Lorie lo quería, más que a su vida, había anhelado formar parte de su vida por varios años, lo había deseado en silencio, lo había amado incansablemente hasta que él le dio por fin la oportunidad.

Mientras manejaba rumbo a su casa, después de desistir de seguir a Nataniel, pensaba en el día que habían estado a punto de hacer el amor. Ella era virgen y dudaba fervientemente de que él lo fuera, pero no le interesaba, lo quería tal y como era, adoraba más sus defectos que sus virtudes. Quería que él fuera el primero y la amara en cuerpo y alma.

Nataniel estaba recostado en el centro de la cama, sin camisa y solo llevaba unos boxers blancos que parecían hechos a medida para su cuerpo. Sonreía lujurioso y recorría el cuerpo de Lorie con una mirada lasciva y caliente.

Había estado bebiendo cerveza y sabía que estaba pasado de sus límites. Pero ya nada importaba. Lorie estaba frente a él desabrochándose el brassier y dejando al descubierto sus rosados y suaves pechos, eran pequeños pero bonitos.

-Ven aquí, Lo. –Exigió Nataniel con su voz pausada y grave. Estaba excitado y pasaba por alto el nerviosismo y timidez de ella. Solo quería poseerla. Hacía un año había tenido su primera relación sexual y desde ahí había sido un habitué de mujerzuelas que se revolcaban con él solo para alardear de que habían estado en sus brazos. Él simplemente lo negaba y listo. Aunque nunca le había fallado a esas mujeres, todas salían satisfechas y eso acrecentaba su ego.

Nataniel era un galán, sensual e irresistible, le gustaban las mujeres, pero simplemente quería cambiar. Aunque lo haría luego de esa noche. Lorie le había insistido casi dos años para que saliera con ella, aunque se negaba constantemente, algo le hizo cambiar de opinión, pero no sabía qué.

Lorie se acercó a la cama y subió una pierna y luego la otra, era como un hada pequeña y rubia, sus largos cabellos rosaban la blancura sedosa de su piel y avanzó hasta estar sentada en su regazo. Solo llevaba una diminuta tanga negra que decoraba su pequeña cintura, lo ponía a mil.

Nataniel no quería a Lorie, simplemente le había atraído su físico de porrista y al ser la capitana de la cuadrilla y él ser el capital del equipo y quarterback de la escuela, debían, según decían sus amigos, estar juntos. Odiaba engañar a las personas, él no era falso, si no sentía algo no fingía, y a ella obviamente no la amaba.

Lorie se acercó con miedo a sus labios y él apoyó las manos en la pequeña cadera de ella, rosó con sus pulgares la piel y la acarició. La besó con pasión y ella se retiró por la presión que ejercían sus labios, exigentes, sobre los suyos.

-Nate… -Él la apretó contra su cuerpo y ella ahogó un gritito al sentir su erección presionar contra su inocente y virgen sexo.

-Shhh. –Susurró sobre los labios de Lorie, haciéndola vibrar de anticipación.

Ella dejó que él recorriera su cuerpo completamente, él la acarició desde las pantorrillas hasta el cabello, y se regodeaba con cada suspiro apretado que se escapaba de su boca o algún gemido que no podía contener. Nataniel estaba besando el cuello de Lorie y tenía la mano enredada en su pelo, tirando su cabeza hacia atrás. Ella tenía las manos apoyadas en los hombros desnudos de él y le permitía todo el acceso.

Lorie lo miró directamente a los ojos y Nataniel sintió todo el cariño que ella sentía por él, vio la forma en que brillaban sus ojos, los labios entreabiertos y la respiración irregular. El corazón se le encogió en el pecho y parecía que estaba siendo apretado por un puño. No quería dañarla, no podía lastimarla y sabía que si completaba el acto luego sería muy difícil terminar la relación. No sabía hasta donde podrían seguir juntos.

Cuando ella se llenó de valor y bajó la mano por su estómago hasta apoyarse en su miembro, él la frenó.

-No. Espera. –Tragó saliva con fuerza y la bajó de su regazo. Lorie lo miró confundida.

-¿Qué ocurre Nate? –El evitó su mirada y se levantó de la cama. El equilibrio le fallo, no solo por el alcohol que tenía en sangre sino también por la vergüenza y frustración del momento. Ella estaba entregada a él, pero no podía tomarla. No sería justo.

Buscó su pantalón y la chomba color almendra que tanto le gustaba, se vistió y miró a Lorie que se tapaba con la colcha rosa pastel. Tenía una expresión herida y confusa.

-Lo siento Lo, no puedo hacerlo. No quiero lastimarte, estoy ebrio y no es justo para ti. –Lorie protestó.

-No importa si estás ebrio, yo quiero que esto ocurra, por favor…–Él la interrumpió, desvió la mirada hacia la ventana y suspiró.

-No voy a faltarte el respeto, Lorie. Eres una buena chica y yo soy… soy un… un… –No encontraba la palabra adecuadamente fuerte para definirse, negó con la cabeza y permaneció en silencio, rascándose la nuca.

-No te parezco linda. –Sentenció Lorie. Y reafirmó: -No te gusto. –Él abrió los ojos.

-¿De qué hablas? –Ella estaba sollozando. Se le partió el corazón y caminó hasta ella, la abrazó y apoyó su cabeza en su fuerte pecho.

-Lo siento… desearía ser más bella, pero… –Él apretó su agarre y ella hundió su rostro secándose las lágrimas con la tela piqué de la chomba.

-No digas tonterías Lorie. Eres hermosa, pero no quiero que luego te arrepientas. –Ella quiso negarse pero él la acalló con un  suave y casto beso.

La recostó en silencio y le acarició el sedoso cabello hasta que ella quedó profundamente dormida y pudo escabullirse por la ventana e irse a su casa.

Esa noche Nataniel no durmió. Y se prometió cambiar. Lorie lo merecía. Era una muy buena chica, o como sus amigos decían, ella era un excelente partido. 

F.A.B

Ni siete lágrimas. F.A.B AgustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora