Capítulo 10: Interrupciones.

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La sonrisa se mantenía en el rostro del mayor, en cambio, Ichimatsu estaba en trance, y si eso de recién había sido un simple sueño, no quería despertar.
El jefe del TeamKaramatsu seguía parado frente al de ojos violetas, en una posición algo comprometedora, ya que si alguno de los dos se acercaba, terminarían uniendo ambos pares de labios.
El Matsuno menor reaccionó justo cuando la cara contraria se movía lentamente hacia la suya... sentía sus manos sudar y su respiración agitarse.
¡Karamatsu lo iba a besar! ¡Joder, en serio lo haría!
Casi estaban por romper toda distancia que los separaba, unos milímetros más y ese tan deseado momento llegaría para ambos. Ninguno sabía por que lo esperaban tanto, pero sus instintos los manejaban en ese instante, algo más fuerte en sus pechos los alentaba a cometer tal "pecado".
Casi sellaban sus labios en un beso. Casi, pero...
"Dios, Jefecito, me vas a volver malditamente loco..."
Pensó Ichimatsu cerrando lentamente sus ojos, dispuesto a todo lo que vendría.
Aunque el mundo tenía otro planes en ese momento.
Jyuushimatsu e Hisashi hicieron su tan indeseada aparición justo en ese segundo, abriendo las puertas de la bogeda/guarida/galpón/cueva de par en par e interrumpiendo totalmente la escena que se iba a llevar a cabo entre esos peculiares jóvenes.
Karamatsu se alejó rápidamente del menor y sonrió al ver a sus Boy's, era una sonrisa forzada y algo, muy, llena de odio, pero ninguno lo notó.
Ya eran las 00:17 a.m. y la misión del día estaba totalmente completada.

— Muchachooos~... ¿Todo les fue bien? ¿No les causó problemas? —. Tenía un pequeño tic en su ojo izquierdo, y el temblor casi imperceptible de su voz hacía sonreír al de orbes violetas, que aún estaba estático en el sillón.

Hisashi dio un paso adelante y tomó la palabra para comentarle a su jefe cómo les había ido.

— Pues, señor... el vuelo tardó unos diez minutos más de lo esperado, pero el hombre lo abordó y todo marchó como usted lo dictó —. Una sonrisa orgullosa se asomó en los labios del castaño, mientras que Jyuushi se dedicaba a asentir frenéticamente y con la boca abierta en esa sonrisa exagerada y algo escalofriante. El "patrón" ahí, suspiró algo cansado y tronó su cuello, asintiendo suavemente a las palabras de su subordinado.

— Perfecto. Pueden irse a descansar, en un día recibirán su pago, mañana a primera hora hablaré con Osomatsu y la nueva misión que seguro ya nos tiene asignada ese idiota les será notificada dentro de las próximas 48 horas —. Su voz sonaba autoritaria, y las palabras que había utilizado le daban un aire de jefe que se respeta y no se deja manejar, ni aunque sea el más simpático y bobo del planeta. Otra sonrisa surcó los labios de Ichimatsu, quien ya se estaba poniendo de pie y con una reverencia se despedía ya de su jefe. — Nos vemos pronto, boy's. ¡Descansen! —.
Les saludó Karamatsu con una pequeña sonrisita mientras los veía salir por las puertas del galpón/súper guaridadelosmalos en la que se encontraba. 

Al estar sólo se dejó caer en el sillón más cercano, apretando el puente de su nariz y pensando en los acontecimientos del día. Todo había salido bien, excepto la interrupción de Hisashi y Jyuushimatsu... un gruñido involuntario se escuchó, ya se le estaba haciendo costumbre eso de gruñir como perro.
¿Se estaba volviendo loco acaso?
Negó repetidas veces con su cabeza, haciendo que los mechones de pelo que rebeldes se salían de su peinado hacia atrás, se menearan por el movimiento.

— Mejor me voy a casa... estoy algo agotado y no hice nada —. Susurró para si y volvió a pararse, buscó su saco, las llaves de la bodega, encendió las cámaras de seguridad y las alarmas y partió a la mansión de los Matsuno. Solo quería dormir unas cuantas horas.

Para ese entonces, Ichimatsu ya estaba encerrado en la tranquilidad de su habitación, dibujando por milésima vez un borrador del rostro de Karamatsu con esa sonrisa retorcida que tanto le gustaba.
El lápiz se movía con agilidad y ahínco por el delgado y amarillento papel, plasmando en él todos los confusos sentimientos que ese hombre de ojos azules tan oscuros como la noche misma le hacía sentir.
El cabello peinado hacia atrás, el brillo de sus ojos oscuros, sus labios perfectos, su delgado y atractivo rostro y esa sonrisa... esa maldita e hipnotizante sonrisa.
Sonrió como un bobo de solo recordarlo y al darse cuenta, otro dibujo casi perfecto de Kusomatsu estaba entre sus delgadas pero masculinas manos.
Se levantó del suelo y dejó la libreta en el rincón donde anteriormente se había dejado llevar por sus pensamientos. Era mejor bañarse y dormir un rato.
Amaba tanto dormir.
Se dirigió al baño y quitó su molesto traje, abriendo el grifo del agua caliente y un poco el del agua fría, para tener la temperatura perfecta.
Al fin tendría su tan esperado baño relajante.
Se metió bajo el agua tibia y automáticamente sus músculos se relajaron, como por arte de magia. Cerró sus ojos y tronó todo lo que pudo sus huesos.

— Aaah... se siente tan bien... —. Fue un suave susurro, que quedó opacado por el ruido de las gotas caer con fuerza en los azulejos blancos del suelo.
Sintiendo como el vapor creado por el agua comenzaba a apoderarse del espacio dentro del baño, Ichimatsu se dejó perder en sus pensamientos, repasando la última hora de su vida y lo que estaba apunto de hacer con su Jefe si esos dos no entraban tan repentinamente. Sus cejas se curvaron en un gesto de molestia al recordar como fueron interrumpidos y un resoplido salió de sus labios.
Estiró una mano y colocó un poco de shampoo en ella para luego frotarlo en su corto pelo castaño oscuro.
Quitó todo rastro de crema en su cabeza y pasó jabón por su piel, quitando algún que otro rastro de sangre seca de su misión y toda suciedad que pudiera albergar su cuerpo.
Había sido una ducha tranquila, donde se tomó todo el tiempo para pensar en esos sentimientos encontrados y sobre el poco control que tenía sobre su cuerpo al estar cerca de Karamatsu.
Ya con la toalla rodeando su cintura, y ambas manos revolviendo su húmedo cabello salió del pequeño cuarto para colocarse sus típicos pantalones deportivos, su suéter y sus ojotas con medias. A mitad de su cambio de ropa, el pequeño celular violeta oscuro que estaba tirado sobre su cama comenzó a vibrar, indicando que un mensaje había sido recibido.

— ¿Quién mierda puede ser a esta hora...? —. Estiró su cuerpo y lo tomó para desbloquear a pantalla y leer el dueño del mensaje.

Jefecito Kusomatsu.
Hola, Ichimatsu-kun~
¿Has llegado bien a tu casa? ¿Estás cansado?
Lamento la hora, pero estaba preocupado.

Leyó y re-leyó el mensaje unas tres veces, ¿en qué momento se habían intercambiado números? Ni él mismo lo sabía, pero eso no importaba ahora, los nervios que le generó ese simple mensaje lo dejó anonadado.

Diablos... ahora se hace el jefe responsable.
Maldijo por lo bajo y se dignó a responderle a su superior. Con una sonrisita casi imperceptible en su rostro.

Tú.
Hola Jefe, sí, llegué a casa bien.
Y sí, también estoy bien.
¿Usted?

Apagó la pantalla del aparato y lo dejó sobre la mesita de luz junto a su cama, algo ansioso por tener una rápida respuesta y a la vez por no tenerla jamás, así no estaría sufriendo un mini ataque al corazón por la ansiedad.
Era ya la 01:17 a.m. y su estómago exigía comida. Se levantó y salió de su cuarto, en busca de comida y dejando ahí, solo, su celular.

¡Holaa!
Espero les guste como va hasta ahora la historia y gracias por leerme y tenerme paciencia.
¡Nos leemos cuando nos leamos!
Besos y abrazos, Myc.

Amores Prohibidos y Secretos «IchiKara»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora