La chica del bosque

Capitulo 3

Una hora, era todo lo que la entrada hacia la cueva donde estaba oculto el collar del diamante purpura duraba y ambos chicos no tardaron en darse cuenta de ello pues el lugar comenzaba a sacudirse violentamente dándoles problemas para lograr escapar a tiempo antes de quedarse atrapados entre las 2 entradas hasta la próxima luna azul.

A pesar de no ver cumplido su objetivo se podía decir que al final obtuvieron algo bueno de esa pequeña y a la vez peligrosa aventura, pues la amistad entre ambos se había fortalecido. Ya no existía esa pequeña barrera entre ellos y ahora Satoshi era libre de demostrar su preocupación por ella sin temor a que se alejara de él.

Hasta esos momentos Serena pensaba que lo mejor era mantener esa distancia, no quería entristecer a su amigo con sus desgracias así que por ello trataba de involucrarlo lo menos posible en sus asuntos. Por ese motivo jugaba con él, pero no lo dejaba enterarse de sus problemas ni se mostraba deprimida cuando estaba a su lado, por más ganas que tuviera de llorar se tragaba sus lágrimas en su presencia tratando de no mostrarse su lado débil jamás. Pero guardarse todo el dolor para sí misma y llorar en soledad poco a poco la iba destruyendo, no fue capaz de entender que el dolor disminuía si lo compartías con alguien que te diera su apoyo incondicional y por primera vez en su vida se sentía aliviada de haber llorado en presencia de Satoshi.

Desahogarse le había servido para calmar un poco las inquietudes de su corazón y sentirse más cercana al pelinegro, sus palabras de consuelo lograron hacerla feliz al menos por un momento y dio paso a que su convivencia fuera más amena. Desde entonces Serena no se guardaba sus sentimientos, dejaba que su amigo supiera cómo era que verdaderamente se estaba sintiendo y sacar todo eso que la dañaba le hacía sentirse libre de peso.

Para una niña que parecía ya no tener nada que perder, por un momento, parecía que las cosas estaban mejorando... el año que convivieron juntos le hizo a Serena darse cuenta de los sentimientos que crecían dentro de ella. Cuando finalmente viera su deseo cumplido y ambos alcanzaran 12 años definitivamente irían juntos a una gran aventura, en busca de una nueva meta para sí misma mientras recorrían la región de Kanto, ella apoyaría a Satoshi en su meta hasta el final.

Lástima que el destino quisiera otra cosa. En su segunda oportunidad para explorar la cueva se habían citado esa noche en el mismo lugar de la ultima vez. Esta vez se aseguró de llegar más temprano que ella y con paciencia se sentó a esperar a su amiga... pero esta nunca llegó.

Preocupado y extrañado hizo lo mismo las siguientes 2 noches de luna azul pero no había ni rastros de Serena. Había ido a visitar su casa durante esos días, pero tampoco había nadie, su única esperanza era verla era en su lugar de reunión, pero paso una semana sin que supiera lo que le había sucedido a la castaña. Por su parte, la señora Delia no estaba más informada de lo que lo estaba su hijo, al ver a Satoshi tan deprimido por la desaparición de su amiga se dio a la tarea de investigar un poco, pero lo poco que descubrió no le era muy útil, solo sabía que habían visto a una ambulancia llegar a la casa de la niña.

La madre de Satoshi pudo darse una vaga idea de lo que pudo haber sucedido y el panorama no era nada alentador. Lo único que Delia podía hacer por su hijo en esos momentos era intentar animarlo diciéndole que seguro su Serena estaría bien.

Paso un mes que para el pelinegro fue un martirio, había pasado tanto tiempo con Serena que hasta se le había olvidado que era lo que hacía constantemente antes de conocerla. Para ser sinceros siempre trataba de pasar la mayor parte de su día con la pelimiel, cuando ella no podía encontrarse con él, Satoshi por lo general se la pasaba en casa tratando de distraerse o iba al parque para tratar de que el tiempo pasara más rápido y volver a ver a su amiga cuanto antes. Desde que se conocían, Serena y él no habían estado sin verse por más de una semana aun cuando ella a veces solía tener trabajos extras, no verla por todo un mes y no saber qué era lo que le había pasado lo tenía con el alma pendiendo de un hilo.